El jueves amaneció con un sol tímido, como si supiera que ese día no se trataba del clima, sino del partido.
El colegio de Nicole —y también el de Alex— se enfrentaba esa tarde al colegio rival de al lado.
Un clásico.
De esos que se sienten en el aire desde temprano.
Nicole se despertó con el corazón un poco más rápido de lo normal.
No por el juego.
Por él.
🚶♀️ "Una visita sin aviso, pero con intención"
Antes de que sonara el timbre de entrada, Nicole cruzó el patio y fue directo al área de deportes.
Sabía que Alex estaría ahí, preparándose.
No le avisó.
Solo fue.
Lo encontró hablando con dos compañeros, con el uniforme de calentamiento y el número 7 en el pecho.
Cuando la vio, se le iluminó la cara.
—¿Vos acá? —dijo, caminando hacia ella.
Nicole no respondió de inmediato.
Solo se acercó, lo miró a los ojos… y le dio un piquito.
—Vine porque quería pasar un momento con vos antes de que te vayas —dijo, bajito.
Alex sonrió, como si ese gesto le hubiera dado más energía que cualquier desayuno.
—Me encanta que estés acá. Aunque tengo que ir a calentar en un rato.
—Lo sé. No te voy a robar mucho tiempo.
—Robame lo que quieras.
🌿 "Un rincón para dos antes del ruido"
Se sentaron en una banca cerca del gimnasio.
El aire olía a madera, a sudor viejo, y a expectativas.
Nicole lo miraba como si fuera la última vez antes del partido.
Alex la miraba como si fuera la primera vez en toda la semana.
—¿Estás nervioso? —preguntó ella.
—Un poco. Pero más emocionado.
—¿Y si perdés?
—No pienso perder.
—¿Y si te lesionás?
Alex la miró, serio por un segundo.
—Entonces me vas a cuidar.
Nicole bajó la mirada, sonriendo.
—Sos un bobo.
—Y vos sos mi suerte.
⏳ "El reloj corre, pero el momento queda"
Un profesor salió del gimnasio y llamó a los jugadores.
—Alex, vamos. Calentamiento.
Él se levantó, pero no se fue de inmediato.
Metió la mano en el bolsillo del pantalón deportivo y sacó un billete doblado.
—Tomá —dijo, extendiéndoselo a Nicole—. Para la entrada. No quiero que te quedes afuera si se llena.
Nicole lo miró, sorprendida.
—¿Y si no quiero aceptarlo?
—Entonces me vas a tener que ver desde la ventana del baño.
—Sos un tonto.
—Y vos una terca. Pero igual te quiero ahí.
Ella tomó el billete, con una sonrisa que no podía esconder.
—Gracias.
Alex se acercó, le dio un piquito, más lento.
Luego se fue corriendo, con el número 7 brillando en su espalda.
Nicole se quedó sola en la banca.
Pero no se sintió sola.
Porque ese momento… ya era suyo.
💬 "Entradas, confesiones y una noticia inesperada"
Después de despedirse de Alex, Nicole caminó por el pasillo principal del colegio con una sonrisa suave en los labios y el billete aún guardado en el bolsillo.
El sol de la mañana entraba por las ventanas altas, y el murmullo de los estudiantes llenaba el aire con una energía distinta.
Ese día no era uno cualquiera.
Era día de partido.
Y aunque faltaban horas para que comenzara, ya se sentía la tensión flotando entre los pasillos.
Al girar la esquina, vio a Michelle y Hengely sentadas en una de las bancas del patio, compartiendo un jugo y hablando como si el mundo no pudiera interrumpirlas.
Nicole se acercó con paso ligero.
—¿Compraron las entradas? —preguntó, con una mezcla de emoción y ansiedad.
Hengely levantó la ceja, con una sonrisa de esas que anuncian que se viene una mini competencia.
—Obvio. Yo fui la primera. Me aseguré de tener el mejor asiento. Primera fila, lado izquierdo.
—Y yo también —dijo Michelle, sacando su entrada del bolsillo trasero del pantalón—. Hasta le puse mi nombre atrás por si alguien se pone creativo.
Nicole se rió, aliviada.
—Ay, qué bueno. Me alegra que estén conmigo hoy. No quería ver el partido sola.
—¿Y vos? —preguntó Michelle—. ¿Ya la compraste?
Nicole bajó la mirada, sonriendo.
—Alex me dio el dinero. Me dijo que no quería que me quedara afuera si se llenaba.
Las dos amigas se miraron y luego la abrazaron al mismo tiempo.
—¡Eso es tan tierno! —dijo Michelle.
—Eso es de novio que vale la pena —agregó Hengely—. Anotá eso en tu diario, por favor.
Nicole se rió, sintiéndose más ligera.
—Lo voy a anotar. Palabra.
El timbre del primer bloque aún no sonaba, así que se quedaron ahí, disfrutando del momento.
El cielo estaba despejado, y el murmullo del colegio parecía más suave cuando estaban juntas.
De pronto, Hengely se acomodó el cabello y soltó, como si nada:
—Ah, por cierto… Carlos me invitó a salir este sábado.
Nicole y Michelle se quedaron en silencio por un segundo.
Luego, como si hubieran ensayado la reacción, gritaron bajito:
—¡¿Qué?!
—¡Contá todo ya! —dijo Michelle, agarrándola del brazo.
—Sí, sí —dijo Hengely, riéndose—. Me escribió anoche. Me dijo que quiere llevarme a un lugar tranquilo. Nada de fiesta. Solo nosotros.
—¿Y qué le dijiste? —preguntó Nicole, con los ojos brillantes.
—Que sí, obvio. Pero le aclaré que no quiero que sea algo raro. Quiero que sea suave. Como… natural.
Michelle la abrazó por el hombro.
—Va a ser perfecto. Vos sos perfecta.
Nicole asintió.
—Te lo merecés, Hengely. De verdad.
—Gracias. Y gracias por estar hoy. Este partido va a ser una locura.
—Y vos vas a estar ahí para verlo —dijo Michelle, guiñándole un ojo.
—Y para gritarle a los árbitros si no cobran bien —agregó Nicole, levantando el puño en broma.
Las tres se rieron.
Y mientras caminaban juntas hacia su salon, Nicole pensó que no importaba lo que pasara esa tarde.
Con ellas ahí, todo ya se sentía un poco más fácil.
👟 "Chisme, pasos sigilosos y una salvación inesperada"
Después de la charla con sus amigas, Nicole no volvió directo a clase.
Todavía quedaban unos minutos antes del timbre, y la curiosidad le picaba como mosquito en verano.
—Voy al baño —dijo, sin mucha convicción.
—¿Al baño o a espiar a tu novio? —preguntó Michelle, cruzándose de brazos.
—Shhh… no me delates —respondió Nicole, con una sonrisa traviesa.
—Sacale foto si se quita la camiseta —agregó Hengely, guiñándole un ojo.
Nicole se alejó entre risas, caminando con paso ligero hacia el gimnasio.
Sabía que los chicos del equipo estaban haciendo una práctica ligera antes del almuerzo.
Y aunque no podía quedarse mucho, quería verlo.
A él.
Y también a Dan y Leo, aunque no lo admitiera en voz alta.
Empujó la puerta lateral del gimnasio con cuidado, como si fuera una espía en misión secreta.
El eco de los balones rebotando la envolvió de inmediato.
El lugar estaba medio vacío, con algunos jugadores lanzando al aro, otros estirando, y un par de entrenadores hablando entre sí.
Nicole se quedó en la sombra del marco, observando.
Alex estaba en el centro de la cancha, lanzando triples con una precisión que le sacó un suspiro.
Dan lo animaba desde un costado, y Leo… Leo estaba sentado en las gradas, con los codos en las rodillas, mirando en silencio.
Nicole dio un paso más adentro.
Y ahí fue cuando la vio uno de los entrenadores.
—¡Ey! ¡Vos! ¡No podés estar acá! ¡Fuera!
Nicole se congeló.
—Yo solo… —empezó a decir, pero no supo cómo terminar.
El entrenador se acercó con el ceño fruncido, señalando la puerta.
—Esto es entrenamiento cerrado. Afuera.
Pero antes de que pudiera moverse, una voz se alzó desde la cancha.
—¡Profe! —gritó Dan, corriendo hacia ellos—. ¡Ella es visita de Alex!
El entrenador se detuvo, mirándolo.
—¿Visita?
—Sí. Es su novia. Vino a saludarlo antes del partido. No va a molestar.
El entrenador suspiró, miró a Nicole de arriba abajo, y luego a Dan.
—Cinco minutos. Y no te metas en la cancha.
—Gracias —dijo Nicole, bajando la cabeza con una sonrisa culpable.
Dan se acercó y le guiñó un ojo.
—Te salvé, ¿viste?
—Te debo una.
—Me la cobro con una hamburguesa después del partido.
—Hecho.
Nicole se sentó en una esquina de las gradas, lejos pero con vista perfecta.
Alex no la había visto aún.
Seguía lanzando, concentrado, con el ceño fruncido y la camiseta pegada al cuerpo por el sudor.
Cada vez que el balón entraba limpio, Nicole sentía que el corazón le latía más fuerte.
Y aunque solo fueron cinco minutos, para ella fue suficiente.
Porque en ese instante, no era solo su novio.
Era su jugador favorito.
📱 "Mensajes que valen más que tácticas"
Las clases terminaron con el murmullo típico de un jueves, pero Nicole sentía que el día recién empezaba.
Mientras guardaba sus cosas en la mochila, el celular vibró.
Era Alex.
"Tu belleza me va a hacer ganar el partido. No hay defensa que me cubra si vos estás en las gradas."
Nicole sonrió, bajando la mirada como si alguien pudiera leerle el pensamiento.
"Sos muy bobo."
"Ya me voy a cambiar. Me voy con la mamá de Hengely."
Alex respondió rápido.
"Cuídate. Ya me están preparando. Te veo desde la cancha."
Nicole no escribió más.
Solo mandó un emoji de beso.
Uno solo.
Pero cargado de todo lo que no se podía decir en palabras.
👗 "Vestirse para mirar, vestirse para sentir"
Nicole llegó a casa con el corazón latiendo como si fuera ella quien iba a jugar.
Subió a su cuarto, abrió el armario, y se quedó mirando la ropa como si fuera una decisión de vida o muerte.
—No puedo ir muy arreglada… pero tampoco como si no me importara —murmuró.
Sacó tres opciones.
Una camiseta blanca con detalles en azul, un pantalón de mezclilla ajustado, y una chaqueta ligera.
Luego, una blusa negra con cuello redondo, más seria.
Y por último, una camiseta gris con el número 7 dibujado a mano en la espalda.
La había hecho semanas atrás, en secreto.
La miró.
Sonrió.
La eligió.
Se puso la camiseta gris, el pantalón de mezclilla, y unas zapatillas blancas que combinaban sin esfuerzo.
Se recogió el cabello en una media coleta, dejando algunos mechones sueltos.
Un poco de brillo en los labios.
Nada más.
Se miró al espejo.
No era una fan.
No era una jugadora.
Era su novia.
Y esa era su forma de estar presente.
🛻 "Camino a la cancha, con risas y nervios compartidos"
Nicole terminó de ajustarse la chaqueta frente al espejo.
La camiseta gris con el número 7 dibujado a mano le quedaba perfecta.
No era solo ropa.
Era una promesa silenciosa.
El celular vibró.
Era Hengely.
"Mi mamá ya va en camino. También está Michelle. Te pasamos a buscar en 10."
Nicole respondió al instante.
"Perfecto. Ya estoy lista."
Bajó las escaleras con paso firme, cruzó la sala, y esperó en la entrada de su casa.
El cielo empezaba a teñirse de naranja, y el aire tenía ese olor a tierra caliente y hojas secas que anunciaba una tarde intensa.
A los pocos minutos, una camioneta blanca se detuvo frente a la casa.
Era Carolina, la mamá de Hengely, con su sonrisa cálida y sus lentes de sol aún puestos.
—¡Nicole! —gritó Hengely desde el asiento trasero—. ¡Subí, que vamos tarde!
Nicole abrió la puerta y se encontró con Michelle ya acomodada, con una gorra del colegio puesta al revés.
—Hola, chicas —dijo, subiendo con cuidado.
—Hola, futura esposa de Alex —bromeó Michelle.
—Hola, futura novia de Carlos —respondió Nicole, guiñándole a Hengely.
Las tres se rieron mientras Carolina arrancaba la camioneta.
—¿Todas listas para gritar como locas? —preguntó Carolina, mirando por el retrovisor.
—¡Sí! —respondieron al unísono.
Nicole se acomodó en el asiento, mirando por la ventana.
El colegio rival quedaba a pocas calles, pero el trayecto se sentía como un viaje a otro mundo.
Uno donde los nervios, la emoción y el amor se mezclaban en cada esquina.
Michelle sacó su celular y empezó a grabar un video.
—Día de partido. Nicole va vestida para enamorar, Hengely para conquistar, y yo… para gritarle al árbitro.
—No subas eso —dijo Nicole, riéndose.
—Demasiado tarde.
La camioneta dobló la última esquina, y la cancha del colegio apareció a lo lejos.
Las gradas metálicas ya estaban medio llenas, con estudiantes de ambos colegios buscando lugar.
Había banderas, pancartas hechas a mano, y un altavoz viejo que escupía música a todo volumen.
El sol caía justo detrás del aro norte, tiñendo todo de dorado.
Nicole tragó saliva.
Ya estaban ahí.
Y él… también.
🏫 "Llegada a la cancha: sol, gradas y corazones latiendo"
La camioneta de Carolina dobló la última esquina y entró al estacionamiento del colegio.
La cancha ya estaba viva.
Estudiantes de ambos colegios se agrupaban en las gradas metálicas, algunos con pancartas, otros con bocinas, y muchos con celulares listos para grabar cada jugada.
El sol bajaba lento, tiñendo el cielo de naranja y dorado.
La cancha, al aire libre, parecía un escenario improvisado para una película adolescente.
Y Nicole… era parte del elenco principal.
Carolina estacionó cerca de la entrada lateral.
—¡Llegamos! —dijo, apagando el motor.
Las chicas bajaron rápido, con sonrisas nerviosas y pasos decididos.
Nicole ajustó su chaqueta, se acomodó la coleta, y miró hacia la cancha.
El equipo de su colegio ya estaba calentando.
Alex corría de un lado a otro, haciendo estiramientos, lanzando pases, y hablando con Dan.
Leo estaba más serio, concentrado, con los auriculares puestos.
Nicole se quedó quieta por un segundo.
Verlo ahí, con el número 7 en la espalda, rodeado de gritos y movimiento, la hizo sentir algo que no podía explicar.
Orgullo.
Nervios.
Cariño.
—Vamos, que se llena —dijo Hengely, agarrándola del brazo.
Subieron a las gradas y encontraron tres lugares juntos, justo en el centro.
Desde ahí, la vista era perfecta.
Nicole se sentó en el medio, con Michelle a la izquierda y Hengely a la derecha.
—¿Lo ves? —preguntó Michelle.
—Sí. Está ahí.
—¿Y te vio?
Nicole negó con la cabeza.
—Todavía no. Pero lo va a hacer.
El altavoz del colegio anunció el inicio del partido en cinco minutos.
Los jugadores se alinearon para la presentación.
El público gritaba, los profesores intentaban mantener el orden, y el cielo seguía bajando como telón de fondo.
Nicole se inclinó hacia adelante, con las manos entrelazadas.
No era solo un partido.
Era su momento.
Y él… estaba a punto de entrar en escena.
🏀 Primer cuarto — "El inicio de algo más grande"
El silbato sonó como un disparo en el aire.
Y el partido comenzó.
Nicole se inclinó hacia adelante en la grada, con los codos sobre las rodillas y los ojos clavados en la cancha.
El equipo de su colegio vestía azul con detalles blancos.
El colegio rival, rojo intenso.
La cancha, bañada por el sol de la tarde, parecía un escenario perfecto para una batalla sin gritos.
Alex tomó el balón en la primera jugada.
Lo recibió en la línea de tres, amagó, giró, y lo pasó a Dan con una precisión que hizo que Nicole apretara los labios para no gritar.
Dan entró con fuerza, bandeja limpia.
Dos puntos.
—¡Vamos! —gritó Michelle, levantando los brazos.
Nicole no dijo nada.
Solo sonrió.
El partido siguió con ritmo.
Leo robó un balón en defensa y lo llevó hasta el aro rival, pero falló por poco.
Alex recuperó el rebote, lo pasó a un compañero, y volvió a posicionarse.
Era como ver una coreografía.
Pero con sudor, gritos y zapatillas que chirriaban contra el suelo.
Nicole lo miraba moverse.
No solo jugaba.
Dirigía.
Cada vez que tocaba el balón, algo pasaba.
Un pase que rompía la defensa.
Un tiro que rozaba la red.
Una mirada que decía "seguime".
El público empezaba a reaccionar.
Los de su colegio gritaban su nombre.
Los del rival lo miraban con respeto disfrazado de rabia.
En los últimos minutos del cuarto, Alex recibió una falta dura.
Cayó al suelo, se levantó rápido, y caminó hacia la línea de tiros libres.
Nicole se mordió el labio.
El primer tiro: limpio.
El segundo: también.
—¡Esooo! —gritó Hengely, aplaudiendo.
Nicole bajó la mirada, sonriendo.
No por los puntos.
Por cómo él la buscó con los ojos después de lanzar.
Como si supiera que ella estaba ahí.
Como si necesitara verla para seguir.
El cuarto terminó con ventaja mínima para su colegio.
18 a 15.
Nada estaba definido.
Pero algo ya se había encendido.
Nicole se acomodó en su asiento.
El segundo cuarto se acercaba.
Y el partido… recién empezaba.
🧠 Perspectiva de Alex — "Descanso, hielo y presión"
Alex se sentó en la banca, con el cuerpo caliente y el tobillo ardiendo.
El sudor le corría por la espalda, pero lo que más le pesaba era el silencio que se había instalado en su cabeza.
Empujó demasiado.
Lo sabía.
Pero no podía parar.
El partido estaba empatado.
Y él no quería que se escapara.
Se quitó la camiseta, tomó el paquete de hielo que le alcanzó un compañero, y lo apoyó sobre el tobillo.
Solo por unos segundos.
Solo para engañar al dolor.
—Alex —dijo su manager, acercándose con la tabla de jugadas—. Escuchame.
Él levantó la mirada.
—En el tercer cuarto van a salir a romperte. Ya lo viste. Te están doblando, te están chocando.
—Lo sé.
—Entonces no te pongas a jugar solo. Mové el balón. Usá a Dan. Usá a Leo.
—Leo está caliente.
—Y vos estás cansado. No lo digas, pero lo estás.
—Estoy bien.
El manager lo miró, serio.
—No quiero que te rompas por querer salvar el partido solo.
—No lo voy a hacer solo. Pero si tengo que hacerlo… lo hago.
El manager suspiró, bajando la tabla.
—Tenés corazón, Alex. Pero también tenés equipo. No te olvides.
Alex asintió, sin decir nada.
Miró hacia las gradas.
La vio.
Nicole.
Con la camiseta gris.
Con el número 7 en la espalda.
Y en ese momento, el dolor se volvió ruido de fondo.
Porque si ella estaba ahí…
Él no iba a fallar.
🟨 Segundo cuarto — "Presión, sudor y señales que nadie ve"
El segundo cuarto arrancó con un cambio de ritmo.
El colegio rival salió con todo.
Presión alta, defensa agresiva, y gritos desde su banca que hacían temblar el aire.
Nicole se acomodó en su asiento, sintiendo que algo había cambiado.
Ya no era solo un juego.
Era una guerra de orgullo.
Alex recibió el balón en la primera jugada, pero apenas lo tocó, dos defensores lo encerraron.
Lo empujaron, lo chocaron, lo obligaron a soltarlo rápido.
Dan lo recuperó, pero el pase fue forzado.
Pérdida.
—¡Vamos, no se duerman! —gritó el entrenador desde el costado.
Nicole frunció el ceño.
Alex se tocó el hombro por un segundo.
Solo un segundo.
Pero ella lo vio.
El partido siguió con más roces que puntos.
Leo cometió una falta dura, y el árbitro lo miró como si estuviera a punto de echarlo.
Michelle se levantó de la grada.
—¡Eso fue limpio! ¡No jodan!
Nicole la agarró del brazo, riéndose.
—Sentate, por favor.
—No puedo. Me hierve la sangre.
Alex metió un triple desde la esquina que levantó a medio colegio.
Pero no celebró.
Solo bajó la cabeza y volvió a defender.
Nicole lo miraba.
Ya no corría igual.
Ya no gritaba igual.
—¿Lo ves raro? —preguntó Hengely.
—Un poco. Está empujando demasiado.
—Es su partido. No va a aflojar.
Nicole no respondió.
Pero algo en su pecho se apretó.
El cuarto terminó con el marcador empatado.
33 a 33.
Todo por definirse.
Todo por jugarse.
Los jugadores se fueron al descanso.
Nicole se quedó quieta, con los ojos en Alex.
Él se sentó en la banca, se quitó la camiseta, y se puso hielo en el tobillo.
Solo por unos segundos.
Pero ella lo vio.
Y supo que el tercer cuarto…
No iba a ser como los demás.
🟥 Tercer cuarto — "El silencio que dolió más que el grito"
El tercer cuarto comenzó con fuerza.
El marcador seguía parejo, y los gritos del público eran como olas que chocaban contra la cancha.
Nicole se inclinó hacia adelante, con los ojos fijos en Alex.
Él seguía empujando.
Más rápido.
Más intenso.
—Está jugando como si fuera el último partido de su vida —murmuró Michelle.
—Porque para él, lo es —respondió Nicole, sin apartar la mirada.
Faltaban cinco minutos para terminar el cuarto.
Alex recibió el balón en la esquina, amagó, giró, y pisó mal.
Muy mal.
El sonido fue seco.
Un crujido sordo.
Y luego, el grito.
—¡Ahh!
Alex cayó al suelo, agarrándose el pie.
El juego se detuvo.
Los árbitros corrieron.
El entrenador también.
Nicole se quedó congelada.
El mundo se volvió borroso.
Solo lo veía a él, en el suelo, con el rostro apretado por el dolor.
—¡Es Alex! —gritó Hengely.
Nicole se levantó sin pensar.
—Voy con él.
—¿Estás segura?
—No puedo quedarme acá.
Lo llevaron a la enfermería del colegio, que quedaba justo detrás de la cancha.
Nicole entró unos minutos después, con el corazón latiendo como si estuviera corriendo.
Los médicos lo revisaban, hablaban entre ellos, y Alex apenas respondía.
—Es un esguince de tobillo —dijo uno de ellos—. No parece grave, pero no puede seguir jugando.
—¿Puede caminar? —preguntó el otro.
—Con ayuda. Pero nada de girar el pie. Hay que inmovilizarlo.
Alex se quedó en silencio, mirando el techo.
No por el dolor.
Por la frustración.
En ese momento, la puerta se abrió.
Nicole entró, con los ojos llenos de preocupación.
Alex la vio y se incorporó un poco.
—Es visita —dijo, como si eso lo protegiera de cualquier regla.
Los médicos se miraron, sonrieron, y salieron del cuarto.
Nicole se acercó despacio.
—¿Estás bien?
—Sí. Solo que no puedo girar el pie.
—¿Te duele?
—Un poco. Pero menos ahora que estás acá.
Nicole se sentó a su lado, le tomó la mano, y lo miró en silencio.
—No tenés que decir nada —susurró—. Yo estoy acá.
Alex la miró, con los ojos más suaves que nunca.
—Cuando vos estás… nada duele.
Nicole sonrió.
Se inclinó.
Y le robó un beso.
Suave.
Lento.
Cálido.
—Entonces voy a quedarme —dijo ella, dulcemente—. Hasta que duela menos. O nada.
🏥 "Noticias, visitas y una salida inesperada"
Nicole se quedó todo el tiempo en la enfermería, ayudando a los médicos con lo que podía.
Sostuvo el hielo, alcanzó vendas, acomodó almohadas.
No era enfermera.
Pero era su persona.
Alex la miraba cada tanto, conmovido.
No por el dolor.
Por la forma en que ella estaba ahí, sin pedir nada, sin decir mucho.
—Gracias —susurró él, en un momento de silencio.
Nicole solo le apretó la mano.
—No tenés que agradecerme. Estoy acá porque quiero.
La puerta se abrió de golpe.
Un profesor entró con una sonrisa enorme.
—¡Ganaron! ¡Por 13 puntos!
Alex se incorporó un poco, sorprendido.
—¿En serio?
—Sí. Cerraron el último cuarto con todo. Fue increíble.
Nicole se llevó las manos a la boca, emocionada.
—¡Ganaron! ¡Alex, ganaron!
Él sonrió.
No por el marcador.
Por verla feliz.
—Lo hicieron sin mí…
—Pero con vos en el corazón —dijo ella, tocándole el pecho suavemente.
Minutos después, Leo y Dan entraron a la enfermería.
Sudados, agitados, pero con los ojos brillando.
—¡Ey, capitán! —dijo Dan, acercándose—. Lo hicimos por vos.
—Todo lo que jugamos, lo jugamos pensando en que estabas mirando —agregó Leo.
Alex se quedó en silencio por un segundo.
Luego se le llenaron los ojos de emoción.
—Gracias, en serio. No sé qué decir.
—Decí que estoy nominado al MVP —bromeó Dan.
Leo lo miró.
—No nominado. Ganaste. Sos el MVP.
Dan se rió, levantando los brazos.
—¡Vamos! ¡Por fin me lo reconocen!
Alex lo felicitó desde la camilla, con una sonrisa sincera.
—Te lo merecés. Jugaste como un animal.
—Y vos como un líder —respondió Dan—. Aunque sea desde la camilla.
Un rato después, Alex salió de la enfermería con una férula ligera y muletas.
Caminaba despacio, pero con dignidad.
Nicole iba a irse con sus amigas, pero Carolina se acercó.
—¿Querés que lo llevemos a casa? No hay problema.
Alex la miró, agradecido.
—¿En serio?
—Claro. Subí con nosotros.
Se acomodó con cuidado en el asiento trasero, al lado de Nicole.
Ella lo ayudó a entrar, le acomodó la pierna, y se sentó a su lado.
Michelle y Hengely ya estaban en el carro.
Y apenas arrancaron, empezaron las preguntas.
—¿Cómo fue la caída? —preguntó Michelle.
—¿Te dolió mucho? —agregó Hengely.
—¿Qué pensaste cuando te dijeron que no podías seguir?
Alex intentó responder, pero Nicole lo interrumpió, cruzando los brazos.
—¡Ya déjenlo! Está recién salido de la enfermería.
Las chicas se rieron.
—Uy, celosa —dijo Hengely.
—No estoy celosa. Solo lo estoy cuidando.
Alex la miró, sonriendo.
—Y yo estoy feliz de que lo hagas.
Nicole bajó la mirada, con una sonrisa que no podía esconder.
El carro siguió su camino, con el cielo ya oscuro y las luces del colegio quedando atrás.
El partido había terminado.
Pero el capítulo…
Recién se estaba escribiendo.
🚪 "Despedidas, mensajes y una llamada que lo cambia todo"
Carolina estacionó frente a la casa de Alex.
La noche ya había caído, y el aire era fresco, como si el día se hubiera rendido después de tanto.
Alex se acomodó con cuidado, bajando con ayuda de sus muletas.
Antes de cerrar la puerta, se giró hacia Nicole.
—Gracias por todo —dijo, mirándola con esa mezcla de cansancio y cariño que solo él sabía usar.
Nicole se acercó, lo abrazó con cuidado, y le dio un beso suave en la mejilla.
—Descansá. Te lo ganaste.
Alex sonrió, se despidió de Michelle y Hengely con un gesto, y volvió a agradecerle a Carolina.
—Gracias por traerme. En serio.
—Siempre que haga falta —respondió ella, con una sonrisa maternal.
Nicole llegó a su casa poco después.
Se quitó los zapatos, se dejó caer en la cama, y sacó el celular.
Le escribió a Alex:
"¿Llegaste bien? ¿Qué dijeron tus papás?"
La respuesta llegó rápido.
"Sí, llegué bien. Mis papás ya sabían por mensaje, pero igual exageraron. Me miraron como si tuviera la pierna rota."
Nicole se rió sola.
Y sin pensarlo, lo llamó por videollamada.
La pantalla se iluminó.
Alex apareció con una camiseta vieja, acostado, con el pie elevado y una sonrisa cansada.
—Hola, hermosa.
—Hola, lesionado.
—¿Viniste a burlarte?
—No. Vine a verte. Porque te extraño… aunque te vi hace una hora.
Alex se rió.
—Entonces quedate un rato.
Nicole se acomodó en la almohada, con el celular entre las manos.
—No me voy a ir. No todavía.
"Y mientras hablaban en silencio, el partido ya era recuerdo… pero ellos seguían jugando a quererse."
"Fin del Capitulo 22"
