El pasillo estaba oscuro, pero ella no necesitaba luz. Conocía cada crujido del piso, cada grieta en la pared. Sus piernas aún temblaban, el semen de Shinji resbalando entre sus muslos con cada paso. Patético.Todo fue patético. Pero aún ardía. Aún quería más.
El cajón de la mesita de noche de Misato crujió al abrirse. Asuka no tuvo que buscar mucho. Lo reconoció al instante: el dildo negro, grueso, con venas marcadas y la base ensanchada para agarrarlo bien. El favorito de Misato. El que usaba cuando creía que nadie la escuchaba. El que hacía que sus gemidos se colaran por las paredes como un secreto sucio.
—Perfecto.
Lo tomó sin pensarlo dos veces, sintiendo el peso del silicon en su mano. Esto sí sabe lo que hace. A diferencia de él.
Su habitación olía a sudor y a sexo rancio. Se quitó los pantalones del pijama de un tirón, dejando que cayeran en un montón a sus pies. El aire frío le lamió la entrepierna, pero no importaba. Nada importaba excepto el calor que aún le quemaba por dentro. Se sentó en la cama, las piernas abiertas, y escupió en su mano antes de pasársela por el juguete. Lubricante improvisado.Como siempre. Lo acercó a su entrada, ya hinchada y sensible, y lo presionó contra sus labios menores. Sí.Así.
El primer empujón la hizo jadear. —Groß.Zu groß. Pero no se detuvo. Lo hundió hasta la mitad, sintiendo cómo se estiraba, cómo dolía. Bien. El dolor era real. El dolor no mentía.
Lo sacó casi del todo y volvió a empujar, esta vez más fuerte, hasta que la base chocó contra su piel. Ahí.Justo ahí. Sus dedos encontraron su clítoris, ya hinchado, y empezaron a frotarlo en círculos apretados mientras el dildo entraba y salía de ella con un sonido húmedo, obsceno.
—Faster…— susurró en alemán, como si alguien más estuviera ahí para obedecerla. Sus caderas se alzaron del colchón, buscando más profundidad, más algo. El juguete golpeaba ese punto interno que hacía que sus piernas se pusieran rígidas, que sus dedos se clavaran en las sábanas. Mehr.Gib mir mehr.
El primer orgasmo la tomó por sorpresa, un espasmo violento que la dejó sin aliento, los muslos temblando, el juguete aún dentro. Pero no era suficiente. Nunca era suficiente. Se deslizó al suelo, la espalda contra la puerta, las piernas abiertas en un ángulo obsceno. El frío del piso de madera le heló la piel, pero el contraste solo hizo que el placer ardiera más. Volvió a introducir el dildo, esta vez con más fuerza, sintiendo cómo rozaba ese lugar profundo que la hacía ver estrellas.
—Ja… genau so…— Su voz sonaba ronca, desesperada. No le importaba si Shinji la escuchaba. Que escuche.Que sepa lo que se perdió.
Sus muslos brillaban con el sudor, el juguete entrando y saliendo de ella con un ritmo brutal, el sonido húmedo mezclándose con sus jadeos. Imagina que es él. No. Imagina que es alguien que sabe lo que hace. Alguien que la agarra por las caderas y la penetra hasta que no puede caminar. Alguien que la quiere. Sus dedos se enredaron en su propio cabello, tirando con fuerza mientras el segundo orgasmo la golpeaba, más intenso que el primero, dejándola sin voz, solo con un gemido ahogado escapando de su garganta. El pasillo estaba frío. Se arrastraba por el suelo, el dildo aún en su mano, resbaladizo con sus propios fluidos. No importa. Nada importaba. Se apoyó contra la pared frente a la habitación de Shinji, las piernas abiertas, el juguete de nuevo dentro de ella. Que escuche.Que sepa que esto es lo que debería haber sido.
Lo movió lento esta vez, rotándolo, sintiendo cada centímetro, cada textura. Así.Así es como se siente ser deseada. Sus caderas se movían solas, buscando más, siempre más. El tercer orgasmo la dejó sin fuerzas, el cuerpo sacudido por espasmos, el juguete cayendo de sus manos con un clunk sordo contra el piso.
Se quedó ahí, jadeando, con las piernas abiertas y el líquido resbalándole por los muslos. Patética.Pero al menos ahora lo sabe.
Shinji no salió de su habitación.
Y Asuka no lo llamó.
