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Chapter 136 - El Origen de un Heraldo

El zumbido del televisor llenaba la habitación con la repetición constante de las noticias sobre la llegada de Aurion a Moscú. La atmósfera en la pequeña habitación de hotel en Michigan había cambiado drásticamente. El miedo a ser perseguidos por el ser más poderoso del planeta había silenciado incluso las quejas de Kaira sobre la higiene. Charles, acurrucado en una esquina con una manta, miraba a Ryuusei con ojos desorbitados, como si esperara que su salvador desapareciera en una nube de humo en cualquier momento.

Ryuusei se sentó en el borde de la cama, frotándose las sienes. Sabía que el silencio no ayudaría. Necesitaban contexto. Necesitaban entender por qué un hombre enmascarado valía el desplazamiento de un dios.

—Apaga la tele, Kaira —dijo Ryuusei suavemente.

Kaira obedeció, cruzándose de brazos y apoyándose contra la pared, su mirada exigiendo respuestas. Bradley estaba sentado en el suelo, abrazando sus rodillas, y Brad ocupaba la única silla resistente, con una expresión seria.

—Tienen derecho a saber por qué mi cara, o mi máscara, es una amenaza de seguridad global —comenzó Ryuusei, su voz grave—. No son los primeros. Antes de ustedes, este equipo ya existía.

Kaira arqueó una ceja. —¿Hubo otros incautos antes que nosotros?

—Hay otros miembros activos —corrigió Ryuusei—. Aparte de Brad, que ha estado conmigo desde el principio de esta fase, el núcleo original incluye a dos personas que aún no conocen, pero que les caerán bien. O al menos, aprenderán a respetarlos. Sergei Volkhov, un francotirador ruso con una gran precisión, y Aiko Ishikawa, una chica japonesa.

Ryuusei sonrió levemente al mencionar a Aiko.

—Aiko es... especial. Los mandé a ambos en una misión de reclutamiento paralela hacia el norte. Se reunirán con nosotros cuando sea el momento. Pero para entender mi conexión con ellos, y con Aurion, tengo que ir más atrás. Mucho más atrás.

Ryuusei miró sus manos, como si leyera su propia historia en las líneas de sus palmas.

—Hace tres o cuatro años... el tiempo se vuelve confuso cuando no existes... hubo un evento en Japón. El Gran Terremoto de Tokio. Fue una catástrofe. Edificios colapsando, fuego, gritos. Yo estaba allí.

Hizo una pausa, dejando que la gravedad de sus siguientes palabras se asentara.

—Y morí.

La habitación se quedó en un silencio sepulcral. Bradley dejó de mover el pie. Charles dejó de masticar el pedazo de pan que tenía en la mano. Kaira parpadeó, perdiendo su compostura por un segundo.

—¿Qué? —preguntó Bradley, con un hilo de voz—. ¿Cómo que... moriste? Estás aquí.

—No morí espiritualmente —aclaró Ryuusei, su mirada perdiéndose en el recuerdo—. Mi cuerpo fue aplastado. Mi corazón se detuvo. Pero mi consciencia no se desvaneció hacia la luz blanca ni nada parecido. Desperté en el Limbo.

Ryuusei se puso de pie y comenzó a caminar lentamente por la habitación, narrando con una intensidad que transportó a todos a ese lugar oscuro.

—Era un lugar gris. Sin cielo, sin suelo. Solo niebla y almas perdidas. Y allí la conocí. A la Muerte. O al menos, a la entidad que administra ese lugar. Le puse de apodo Lara. No me preguntéis por qué, simplemente le quedaba bien. No era un esqueleto con guadaña. Era... presencia. Poder absoluto.

—¿Hablaste con la Muerte? —preguntó Kaira, escéptica pero fascinada.

—Hice un trato con ella —dijo Ryuusei—. Lara estaba aburrida. O quizás buscaba algo. Nos propuso un juego. Un torneo. Éramos cientos, miles de almas que acababan de llegar por el desastre. Nos dijo que solo cinco podrían volver. Los cinco que sobrevivieran a las pruebas.

Ryuusei cerró los ojos, recordando el caos del Limbo.

—Fue una carnicería metafísica. Almas devorándose unas a otras por una segunda oportunidad. Y en medio de ese infierno, encontré a una niña. Estaba asustada, pequeña, siendo atacada por sombras que querían su lugar. Era Aiko.

Brad asintió solemnemente desde su silla. Conocía la historia, pero escucharla siempre le daba escalofríos.

—Podría haberla dejado —continuó Ryuusei—. Podría haber asegurado mi puesto. Pero algo en mí... no pudo. Luché por los dos. La protegí. Y al final, cuando el polvo del Limbo se asentó, quedamos cinco. Aiko, yo... y otros tres.

La expresión de Ryuusei se oscureció al mencionar a los otros tres.

—No me gusta hablar de ellos. Son... complicados. Pero volvimos. Despertamos en nuestros cuerpos, entre los escombros, con una segunda vida y habilidades que no teníamos antes. El "regalo" de Lara por entretenerla.

Bradley estaba boquiabierto. —¿Entonces tus poderes... vienen de la muerte?

—Vienen de sobrevivir a la muerte —corrigió Ryuusei—. Pasaron los años. Entrené. Entendí que el mundo estaba cambiando, que las anomalias crecían. Y entonces, decidí que alguien tenía que poner orden. Alguien tenía que equilibrar la balanza. Así que desafié a la cima. Desafié a Aurion.

Ryuusei suspiró, la vergüenza tiñendo sus mejillas por primera vez.

—Fui a Tokio. Hice una entrada dramática. Me enfrenté al Héroe Número Uno en televisión nacional. Y... perdí.

Hubo un segundo de silencio. Y luego, una risa ahogada. Fue Bradley. Luego Charles soltó una risita nerviosa. Y finalmente, Kaira soltó una carcajada corta y elegante. Incluso Brad sonrió con sorna.

—¿Perdiste? —se burló Kaira—. ¿Todo ese discurso de "soy el caos", "soy la consecuencia", y te dieron una paliza en tu debut?

—¡Oigan! —gritó Ryuusei, su cara poniéndose roja de indignación y vergüenza—. ¡Aurion es un maldito sol viviente! ¡Nunca me había enfrentado a un ser tan fuerte! ¡Yo estaba acostumbrado a pelear con matones y sombras, no con una fusión nuclear con capa! ¡Fue una curva de aprendizaje muy empinada!

—Te pateó el trasero, jefe —dijo Brad, riendo abiertamente—. Admítelo. Saliste volando como un muñeco de trapo. Lo vi en YouTube. Tiene millones de visitas.

Ryuusei se cruzó de brazos, refunfuñando. —Sobreviví. Eso es lo que cuenta. La mayoría de la gente que pelea con Aurion termina en cenizas. Yo terminé con un ego magullado y unas costillas rotas.

Se aclaró la garganta, tratando de recuperar su dignidad de líder.

—Como sea. Después de la... "retirada táctica" —enfatizó las comillas con los dedos—, escapé. Aiko vino conmigo. Tuvimos que huir de Japón porque, como habéis visto, me etiquetaron de terrorista. Huimos hacia el norte. Hacia Rusia.

—Rusia... —murmuró Charles, conectando los puntos—. Por eso Aurion está allí.

—Exacto —dijo Ryuusei—. En Rusia encontré a Volkhov. Él era un ex-militar con problemas... singulares. Lo recluté. Pero estábamos acorralados. Aurion presionaba las fronteras. Así que hice lo único que podía hacer: fui a ver al jefe.

—¿Al jefe de la mafia rusa? —preguntó Bradley, con los ojos brillantes.

—No. Al Presidente de la Federación Rusa —dijo Ryuusei con total naturalidad—. Me infiltré en el Kremlin. No para matar, sino para negociar.

Kaira lo miró con incredulidad. —¿Entraste en el Kremlin y hablaste con el Presidente? ¿Tú? ¿El chico que se sonroja porque nos reímos de su derrota?

—Tengo mis momentos —dijo Ryuusei encogiéndose de hombros—. Le ofrecí un trato. Rusia siempre ha querido un disuasivo contra los Héroes occidentales y japoneses como Aurion. Yo soy ese disuasivo. Hicimos un Pacto. Si Rusia es atacada o amenazada por potencias extranjeras o Héroes sancionados, yo intervengo para proteger la Madre Patria. A cambio, ellos nos dieron paso seguro, recursos iniciales y miran hacia otro lado mientras operamos.

—Por eso Aurion está hablando con el Presidente —dedujo Kaira, su mente estratégica trabajando—. Sabe que estás bajo su paraguas. Está intentando romper el pacto diplomáticamente antes de entrar a la fuerza.

—Exactamente —dijo Ryuusei—. Soy su activo nuclear secreto. Y Aurion quiere desactivarme. Por eso mi cara está en las noticias. No soy un criminal común; soy un problema geopolítico.

El equipo se quedó en silencio, procesando la información. De repente, Ryuusei ya no parecía solo un líder excéntrico con una máscara y martillos. Era un hombre que había mirado a la Muerte a la cara, había sobrevivido a un Dios, y había negociado con una superpotencia mundial. Era, a pesar de su derrota, una figura fantástica.

Bradley miró a Ryuusei con una admiración renovada. Kaira asintió lentamente, reconociendo que, a pesar de sus fallos, Ryuusei jugaba en las grandes ligas. Charles se sintió un poco más seguro sabiendo que estaba protegido por alguien tan capaz.

Brad, sin embargo, rompió el momento solemne con una sonrisa burlona mientras se recostaba en su silla.

—Es una gran historia, jefe. De verdad. Muerte, resurrección, política internacional... digna de una película. Pero hay una cosa que nunca he entendido.

Ryuusei lo miró con recelo. —¿Qué cosa, Brad?

—El nombre —dijo Brad, aguantando la risa—. Tu apodo de villano. "El Hijo del Yin y el Yang".

Bradley soltó una risita. Kaira se cubrió la boca con la mano para ocultar una sonrisa.

—¿Qué tiene de malo? —preguntó Ryuusei, a la defensiva—. Es profundo. Representa el equilibrio. La luz y la oscuridad. La vida y la muerte. Mis poderes...

—Suena a personaje de anime barato de los años noventa —dijo Brad sin piedad—. Suena a algo que un niño de trece años escribiría en su cuaderno mientras escucha música emo. Es demasiado largo. Es... cursi. "Oh, temedme, soy el Hijo del Yin y el Yang". Por favor. Deberías cambiártelo. Es ridículo.

—A mí me gusta —murmuró Ryuusei, su cara poniéndose roja de nuevo, más brillante que antes.

—"El Enmascarado" suena mejor —opinó Kaira—. O "Equilibrio". O simplemente "Ryuusei". Pero lo del "Hijo"... Brad tiene razón. Es gracioso.

—¡Es un nombre con significado! —insistió Ryuusei, avergonzado. Odiaba cuando se burlaban de su estética. Era el único punto en el que se parecía a Kaira—. ¡No lo voy a cambiar! ¡Ya está registrado en la Interpol! ¡Es mi marca!

—Marca de cereal, tal vez —remató Bradley, ganando confianza.

La habitación estalló en risas. Brad se reía a carcajadas, Kaira sonreía abiertamente y Bradley se doblaba de risa. Incluso Charles sonreía tímidamente.

Ryuusei se quedó allí, de pie, el hombre que había negociado con el Kremlin y desafiado al sol, completamente derrotado por el bullying de su propio equipo. Se cubrió la cara con las manos, deseando poder teletransportarse lejos de la vergüenza.

—Los odio a todos —murmuró Ryuusei, aunque no había veneno en su voz.

A pesar de la amenaza de Aurion, a pesar de las heridas y el trauma, en ese momento, en esa pequeña habitación de hotel, se sentían como algo más que un grupo de marginados. Se sentían como una familia disfuncional. Y estaban listos para lo que viniera, siempre y cuando pudieran seguir riéndose de su líder.

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