Cherreads

Chapter 147 - Dentro de la Fortaleza Viviente

( 22/06/19)

El interior de la Base Genbu era una maravilla de la bioingeniería. Las paredes respiraban con un ritmo imperceptible y la luz azulada de las venas bioluminiscentes otorgaba al lugar una atmósfera de santuario submarino. Sin embargo, una vez que la adrenalina del descubrimiento inicial se disipó, la realidad práctica se impuso.

La sala de mando, aunque impresionante con sus proyecciones nerviosas y superficies orgánicas, tenía un problema mundano: el polvo. Capas y capas de polvo acumulado durante el periodo de gestación de la criatura cubrían las consolas, el suelo y las sillas de cartílago endurecido.

Ryuusei pasó un dedo por una superficie que debería haber sido negra brillante y lo levantó, mostrándole una capa gris de suciedad a Aiko.

—Aiko, la fortaleza es increíble —dijo Ryuusei, sacudiéndose el polvo de la mano con una mueca de desagrado—, pero si voy a planear la caída de Aurion y el rescate de una nación, prefiero no estornudar cada cinco segundos. ¿Puedes hacer que la tortuga se sacuda o active algún sistema de purificación?

Aiko, que estaba tecleando furiosamente en una consola orgánica que respondía a su tacto, negó con la cabeza sin mirarlo.

—Aún no tengo control total sobre las funciones motoras finas, Ryuusei. Genbu es joven, igual que Sylvan. De hecho, la razón por la que sacó la cabeza y parte del caparazón no fue para saludarnos.

—¿Entonces?

—Está recargando —explicó Aiko, señalando hacia arriba—. Sus escamas absorben radiación solar directa para alimentar el núcleo geotérmico. Básicamente, está tomando el sol. Si le pido que active los sistemas de ventilación interna ahora, podríamos drenar su reserva antes de que se estabilice. Así que... el polvo se queda, por ahora.

Ryuusei suspiró. Odiaba la suciedad. Le recordaba a los peores días en moteles de mala muerte y escondites improvisados.

—Bien. Si la tortuga no limpia, nosotros limpiamos. —Ryuusei se giró hacia el grupo, que estaba disperso explorando la sala—. ¡Escuchen! Cambio de planes. Antes del entrenamiento, vamos a hacer habitable este lugar. Quiero este puesto de mando impecable en dos horas.

Hubo quejidos generalizados. Bradley rodó los ojos y Kaira miró sus uñas impecables con preocupación. Pero antes de que Ryuusei pudiera asignar tareas específicas, alguien se le acercó.

Era Amber Lee.

La chica de los venenos, con su cabello oscuro y mechones morados, se paró frente a él. Hasta ese momento, su interacción había sido mínima. Ella era reservada, letal y siempre parecía estar rodeada de un aura de peligro químico. En sus manos sostenía la maceta improvisada donde Sylvan, actualmente en su forma de bonsái para dormir la siesta, descansaba.

—Líder —dijo Amber. Su voz era suave, pero tenía un borde rasposo, como si sus cuerdas vocales hubieran sido templadas con toxinas.

—Amber —respondió Ryuusei, sorprendido por la cercanía—. ¿Algún problema con la asignación?

—No. Aiko y yo nos encargaremos de limpiar los sistemas de filtración y el laboratorio biológico. Es delicado y si Brad lo toca con sus manos de piedra, romperá algo.

Amber extendió los brazos, ofreciéndole la maceta.

—Toma.

Ryuusei parpadeó, confundido. —¿Qué es esto?

—Es Sylvan. Está en modo fotosíntesis pasiva. Necesita luz, pero no directa todavía, y compañía. —Amber empujó la maceta contra el pecho de Ryuusei, obligándolo a agarrarla por reflejo—. Tú cuidas al niño. Nosotras limpiamos.

—Espera, ¿yo? —Ryuusei miró el pequeño árbol retorcido en la maceta—. Amber, soy el estratega. Debería estar coordinando la...

—Eres el único que no va a romper nada si se queda quieto —le cortó Amber, con una media sonrisa que era a la vez burlona y seria—. Además, necesitas vincularte con el equipo. Sylvan es parte del equipo. No lo riegues, ya tomó agua. Y si despierta, no le hables de violencia. Es una esponja.

Sin esperar respuesta, Amber se dio media vuelta, su bata de laboratorio ondeando, y se marchó con Aiko hacia los pasillos laterales, dejándolos solos.

Ryuusei se quedó de pie en medio de la sala de mando, sosteniendo un bonsái mágico como si fuera una bomba nuclear inestable.

—Increíble —murmuró—. De líder de la resistencia a niñero de flora.

Ryuusei buscó un lugar tranquilo y se sentó en un banco de material esponjoso cerca de una de las arterias de luz, colocando la maceta a su lado. Se sentía ridículo. No sabía cómo interactuar con una planta, incluso si esa planta era un arma de destrucción masiva en potencia.

A su lado, una figura se acomodó con un suspiro de anciano. Era Arkadi.

El mago de 108 años en el cuerpo de treinta observaba la escena con diversión en sus ojos profundos.

—Te ves incómodo, Ryuusei —dijo Arkadi.

—No estoy incómodo. Estoy... evaluando el crecimiento del activo —mintió Ryuusei, cruzándose de brazos—. ¿Por qué Amber me dio esto? Sabe que soy peligroso.

—Precisamente por eso —respondió Arkadi, mirando el bonsái—. Le encargué a Amber y a Aiko que fueran sus tutoras. Sylvan nació con el poder de aplastar un tanque como si fuera papel de aluminio, pero su mente es una pizarra en blanco. Si solo aprende guerra, si solo aprende órdenes y muerte... se convertirá en un monstruo. Un golem sin alma.

Arkadi señaló la pequeña planta.

—Necesita comprender el amor. La unión. La protección. Amber lo entiende porque ella misma es tóxica y necesita cuidado para no dañar a otros. Aiko lo entiende porque es una niña en una guerra. Ellas le enseñan a ser "humano", aunque sea de madera. Tú... tú necesitas aprender que no todo es una pieza de ajedrez, Ryuusei.

Ryuusei miró el bonsái con un poco más de respeto.

—Ya veo. —Luego, su mente pragmática aprovechó la oportunidad—. Arkadi, ya que estamos aquí y nadie nos escucha... sobre la profecía.

Arkadi se tensó imperceptiblemente.

—Dijiste que alguien me traicionaría —susurró Ryuusei, inclinándose hacia él—. Una puñalada por la espalda. Necesito saber quién. Si es Volkhov, necesito neutralizarlo. Si es Kaira, necesito bloquear su mente. Si es...

Arkadi levantó una mano, bostezando exageradamente. Un bostezo falso y teatral que no engañó a nadie, pero que sirvió de barrera.

—Ah... la vejez... —dijo Arkadi, frotándose los ojos—. De repente me pesa el siglo de vida. Mis visiones son nebulosas, muchacho. Y prometí no interferir más de lo necesario. Si te digo quién, podrías provocar la traición al intentar evitarla. Paradojas temporales y todo eso. Muy complicado.

—Arkadi, no me vengas con eso. Tienes cuerpo de treinta años —insistió Ryuusei.

—Pero alma de ciento ocho. Y esta alma necesita una siesta. —Arkadi se levantó, palmeando el hombro de Ryuusei—. Cuida bien a Sylvan. Es más importante de lo que crees. Buenas noches... o tardes.

El mago se alejó caminando hacia los dormitorios, dejando a Ryuusei frustrado y sin respuestas.

—Viejo zorro tramposo —masculló Ryuusei.

En ese momento, la maceta a su lado crujió.

La tierra se removió y el bonsái comenzó a estirarse. Las ramas se engrosaron, las hojas se reorganizaron y, en un parpadeo de magia natural, la planta saltó de la maceta y aterrizó en el suelo, transformándose.

Ya no era un árbol de tres metros, ni un bonsái diminuto. Ahora, Sylvan tenía la forma y el tamaño de un niño humano de unos cuatro años. Su cuerpo estaba hecho de ramitas flexibles y corteza suave, y sus ojos eran dos brotes verdes brillantes.

El pequeño Sylvan miró a su alrededor, frotándose los ojos con puños de madera.

—¿Mamá? —preguntó Sylvan con una voz aguda y suave, mirando a Ryuusei—. ¿Dónde mamá Amber? ¿Dónde mamá Aiko?

Ryuusei lo miró desde arriba, sintiéndose totalmente fuera de su elemento.

—Están ocupadas —dijo Ryuusei secamente—. Están limpiando el polvo que tu casa generó.

Sylvan ladeó la cabeza. —¿Limpiando? ¿Por qué ellas?

Ryuusei, cansado y con ganas de volver al trabajo estratégico, soltó lo primero que se le pasó por la mente.

—Porque así funciona el mundo a veces, chico árbol. Que viva el patriarcado, supongo. Aunque aquí es más bien porque ellas son las únicas responsables.

Sylvan parpadeó, confundido.

—¿Pa-tri-ar-ca-do? —repitió la palabra lentamente, probando su sabor—. ¿Qué es eso? ¿Es una ardilla? ¿Se come?

Ryuusei se dio cuenta de su error. Explicar sociología y estructuras de poder a un elemental recién nacido le dio una pereza existencial inmensa.

—Olvídalo. Es... un tipo de magia aburrida de los humanos viejos. No te preocupes por eso.

Sylvan pareció aceptar la explicación y se acercó a la pierna de Ryuusei, abrazándola. La madera de su cuerpo se sentía cálida.

—¿Tú eres papá? —preguntó Sylvan, mirando hacia arriba con inocencia absoluta.

Ryuusei casi se atraganta con su propia saliva. Se soltó suavemente del abrazo.

—¡No! Definitivamente no. —Negó con la cabeza y con las manos—. No soy tu papá. Soy... tu líder. Tu jefe. El tipo de la máscara. Me debes respeto y obediencia táctica, no afecto filial.

Sylvan lo miró, procesando la información.

—Jefe... —murmuró—. Jefe no divertido. Jefe no tiene hojas.

De repente, el niño-árbol se distrajo. Miró hacia la entrada del túnel, donde la luz del sol del bosque aún se filtraba.

—¡Ardillas! —gritó Sylvan, señalando hacia afuera.

Antes de que Ryuusei pudiera detenerlo, el pequeño salió corriendo con una velocidad sorprendente para sus piernas cortas de madera.

—¡Sylvan, espera! —gritó Ryuusei, corriendo tras él—. ¡No puedes salir solo! ¡Volkhov dijo que el perímetro era seguro, pero no para un niño!

Ryuusei persiguió al pequeño elemental hasta el linde del bosque. Sylvan se detuvo junto a un gran roble y puso su mano sobre el tronco. Emitió un zumbido bajo.

Unos segundos después, el árbol cobró vida con movimiento. No era el árbol en sí, sino sus habitantes. Una, dos, tres... media docena de ardillas bajaron corriendo por la corteza, atraídas por la llamada de la naturaleza encarnada.

—¡Mascotas! —exclamó Sylvan felizmente, mientras las ardillas se subían por sus brazos y hombros, sin miedo alguno.

Ryuusei llegó a su lado, jadeando ligeramente.

—Sylvan, suelta a esos roedores. Tienen pulgas. Posiblemente rabia. No puedes tener mascotas en una base militar.

—Son suaves —dijo Sylvan, acariciando a una ardilla roja que se había acomodado en su cabeza—. Se llaman... Pompón, Diente, Rápido y... Patriarcado.

—No le pongas "Patriarcado" a una ardilla —se quejó Ryuusei, frotándose el puente de la nariz—. Y no vamos a llevarlas adentro. Aiko me matará si metes animales salvajes en los conductos de ventilación.

—Pero... quieren venir —insistió Sylvan, poniendo ojos de cachorro (o de brote triste)—. Son mi ejército.

Ryuusei intentó ser firme. Intentó usar su voz de comando. Pero ver al niño de madera cubierto de ardillas lo desarmó.

—Solo... mantenlas vigiladas. Y si muerden cables, se convierten en cena para Volkhov.

Pasaron las horas. Ryuusei, el temido líder, se encontró sentado en una roca vigilando a un niño planta que jugaba a las escondidas con un ejército de roedores. Fue, irónicamente, el momento más pacífico que había tenido en meses.

Cuando el sol comenzó a ponerse, pintando el cielo de tonos violetas, la energía de Sylvan se agotó de golpe. El niño bostezó, sus ramas crujiendo. Las ardillas, sintiendo el cambio, se dispersaron de vuelta a los árboles (excepto "Patriarcado", que parecía muy cómodo en el hombro de Sylvan).

—Sueño... —murmuró Sylvan, tambaleándose hacia Ryuusei.

—Vamos, pequeño desastre —dijo Ryuusei.

Se agachó para cargarlo. Pensó que sería ligero, como madera balsa.

Error.

Al levantar a Sylvan, Ryuusei sintió que estaba levantando un tronco de roble macizo con núcleo de plomo. Sus rodillas crujieron bajo el peso.

—¡Joder! —gruñó Ryuusei, haciendo fuerza con todo su cuerpo—. ¿De qué estás hecho? ¿De materia oscura?

Sylvan ya estaba dormido, su peso muerto haciéndose aún más pesado. Ryuusei, sudando y con las venas del cuello marcadas, logró caminar tambaleándose de regreso al interior de la base. Cada paso era una tortura.

Llegó a la sala común, donde el resto del equipo ya estaba reunido. El lugar brillaba. Aiko y Amber habían hecho un trabajo milagroso, y Brad y Charles habían ayudado con la fuerza bruta.

—¡Ayuda! —jadeó Ryuusei, con la cara roja.

Amber se acercó rápidamente, pero no parecía preocupada. Con una facilidad que insultaba el esfuerzo de Ryuusei, tomó a Sylvan en sus brazos.

—Gracias por traerlo —dijo Amber, acomodando al niño (que pesaba toneladas) como si fuera una pluma. Probablemente usaba algún tipo de mejora física rudimentaria o simplemente Sylvan se hacía ligero para ella por afinidad.

Lo llevaron a una esquina que Aiko había preparado con tierra suave y lámparas UV. Amber lo depositó allí, y Sylvan se acurrucó, volviendo lentamente a su forma de bonsái para la noche.

Ryuusei se dejó caer en una silla, recuperando el aliento y masajeándose la espalda baja.

—Buen trabajo a todos —dijo Ryuusei, mirando la sala impecable—. Esto ya parece una base operativa.

Sus ojos recorrieron al equipo. Aiko estaba sucia de grasa pero feliz. Brad y Charles estaban cubiertos de polvo. Volkhov limpiaba su rifle (que también había limpiado).

Entonces vio a Bradley. El velocista estaba durmiendo plácidamente en un sofá, con una escoba en la mano que claramente no había usado.

Y luego miró a Kaira.

Ella estaba sentada en la silla del capitán, leyendo una revista de moda que había traído de Berlín. Su ropa estaba inmaculada. Sus uñas, perfectas. No había ni una mota de polvo sobre ella.

—Kaira —dijo Ryuusei con una ceja levantada—. Te ves muy... limpia.

Kaira bajó la revista lentamente y lo miró por encima.

—Soy supervisora, Ryuusei. Mi trabajo es mantener la moral alta siendo un ejemplo de perfección estética en medio de la inmundicia. Además... —señaló con la cabeza a Bradley que roncaba—. Alguien tenía que vigilar que él no corriera sonámbulo y destruyera el mobiliario. De nada.

Ryuusei soltó una risa corta y cansada.

—Increíble. Simplemente increíble.

Se recostó en la silla, mirando el techo orgánico que pulsaba suavemente. Tenían una base limpia. Tenían un niño árbol durmiendo en la esquina. Y tenían un equipo que, a pesar de todo, funcionaba.

Mañana empezaría el infierno del entrenamiento. Pero por hoy, Ryuusei cerró los ojos, sintiendo que, tal vez, Arkadi tenía razón sobre la unión. Aunque todavía le dolía la espalda por culpa del "hijo" que no era suyo.

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