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Corte!!! ese no es el guión

Ackley_Nova
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Synopsis
¿Qué obtienes si mezclas a un aspirante a director que ve la vida en 24 cuadros por segundo, un hacker que colapsa si alguien lo mira a los ojos, y un deportista que cree que devorar cantidades industriales de comida es una "estrategia nutricional"? La respuesta es simple: El desastre de pre-producción más divertido de la historia. Dash Vega tiene el plan perfecto para crear el anime del siglo. ¿El único obstáculo? Su realidad tiene un guion pésimo y un elenco de extras que no paran de improvisar. Para salvar su sueño, Dash emprende una cacería de talentos sin precedentes. No le importa quiénes sean ni de dónde vengan, solo necesita reunir las 7 piezas clave para el estudio definitivo: Un prodigio del trazo artístico, una mente maestra para los guiones, un virtuoso que componga la banda sonora, una voz capaz de estremecer al público, un experto en cuerdas y ritmo, un maestro del movimiento escénico y, por supuesto, una billetera lo suficientemente gorda para financiar toda esta locura. Entre huidas dramáticas, rumores vergonzosos y malentendidos dignos de una telenovela, Dash descubrirá que dirigir un proyecto es difícil, pero sobrevivir a la preparatoria es arte puro. ¡Luces, cámara y desastre! Lo veremos todo en esta caótica historia de comedia y sueños.
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Chapter 1 - Capítulo 1: El mundo real tiene un pésimo guion

Prólogo: Los Mitos de la Cima

En la industria actual del entretenimiento global, hay un nombre que se pronuncia con reverencia, casi con miedo, desde Tokio hasta Los Ángeles: Andeans Animation.

No es solo un estudio; es un imperio creativo. Sus películas ganan premios antes de estrenarse, sus series definen generaciones y su calidad técnica es la vara con la que se mide al resto del mundo. Se habla mucho de sus fundadores, los llamados "Diez Grandes". Son figuras enigmáticas, rodeadas de un halo de perfección inalcanzable.

En los foros de internet, en las convenciones de anime y en los pasillos de las grandes productoras, la gente no deja de especular sobre su origen.

—"Escuché que el Director General nació con un don sobrenatural. Dicen que podía visualizar una película entera en su cabeza antes de tener cinco años. Simplemente estaba destinado a la grandeza, nunca tuvo que esforzarse".

—"¡Qué va! Eso es pura publicidad. La verdad es que una de las fundadoras era una heredera multimillonaria. Dicen que Andeans Animation nació porque ella compró a los mejores artistas del mundo para jugar a hacer anime. Fue todo cuestión de dinero, no de talento".

—"Te equivocas. Yo leí en un blog que todos eran prodigios de una escuela secreta de arte en Europa. La dibujante principal, la compositora, todos eran genios intocables que nunca cometieron un error en su juventud. Eran perfectos desde el día uno".

—"Yo escuché algo más loco... Dicen que al principio eran un desastre. Que ni siquiera se caían bien. Pero que encontraron una fórmula matemática para el éxito en una vieja libreta y vendieron su alma al diablo para que funcionara".

La realidad, sin embargo, es mucho más divertida, caótica y humana que cualquiera de esos rumores. No nacieron siendo leyendas. No eran perfectos. De hecho, la mayoría de ellos eran, en términos amables, unos inadaptados sociales.

Antes de ser los gigantes de Andeans Animation, antes de la fama y las luces, solo eran un grupo de estudiantes de secundaria con demasiados sueños y muy poco presupuesto. Se hacían llamar, en aquel pequeño borrador de su historia, el grupo "Seven Frames".

Olviden los mitos. Olviden la perfección. Yo les contaré la verdadera, hermosa y, honestamente, ridícula historia de cómo un chico obsesionado y sus extraños amigos conquistaron el mundo.

Todo comenzó una mañana cualquiera, con una iluminación terrible...

El chico que edita su propia realidad

La luz de esta mañana es intensa. Si esto fuera un anime slice of life, el director de fotografía habría puesto un filtro más suave para la escena de "camino a la escuela", pero la realidad no tiene postproducción.

Me ajusté los audífonos alrededor del cuello. No escucho música, simplemente me gusta llevarlos. Me ayudan a concentrarme, a sentirme en mi propia zona, como si estuviera aislado del ruido ambiente.

——— Dash Vega ———

Mi nombre es Dash Vega. Para la mayoría, soy solo el chico callado de la clase 4-B que siempre está escribiendo en una vieja libreta de cuero. Pero en mi cabeza, no dejo de analizar todo lo que veo: los ángulos, los colores, la narrativa. No es que me crea especial, ni superior a nadie; es simplemente que no puedo evitarlo. Amo el anime. No solo verlo, sino entender cómo funciona, qué lo hace mover el corazón de la gente.

Alcé la vista hacia la entrada de la Academia de Ciencias Nikola Tesla.

Es un colegio increíble, lo admito. Aquí la gente habla de robótica, física cuántica y programación avanzada. Es un lugar de gente lógica, destinada a construir el futuro tecnológico. Y ahí es donde me siento un poco fuera de lugar. Mientras ellos quieren construir cohetes o inteligencias artificiales, yo quiero construir historias.

«Corte a plano general. Inicia el arco escolar.»

Tengo el conocimiento teórico. He leído cada entrevista de los grandes directores, he estudiado los storyboards de las obras maestras y entiendo la teoría musical de los openings que marcan época. Lo tengo todo en mi cabeza y en las páginas arrugadas de mi libreta.

¿El problema? Que saber cómo se hace no es lo mismo que poder hacerlo.

Sin pensarlo mucho, levanté las manos y formé un rectángulo con mis dedos, encuadrando el portón de la escuela. Es una manía que tengo. Busco la composición perfecta, el ángulo donde la escena se vea mejor. Un chico de primero pasó por mi lado y me miró extrañado.

—Lo siento, costumbre —murmuré, bajando las manos rápidamente y metiéndolas en los bolsillos. A veces olvido que en la vida real la gente no hace eso.

Mientras cruzaba el patio, el "elenco" habitual de la escuela hacía su aparición.

Una limusina negra se detuvo en la entrada. De ella bajó Rinzi, esa chica rubia que parece salida de un manga shoujo de alta sociedad. Se abanicaba con elegancia mientras alguien le cargaba la mochila de diseñador. —El tropo de la Ojou-sama rica —pensé. Es impresionante cómo mantiene ese personaje las 24 horas. En una serie sería la antagonista o la financista, pero aquí, probablemente ni siquiera sabe la diferencia entre 2D y 3D.

Seguí caminando y vi un bulto gris cerca de los casilleros. Era Mira, la chica de la polera gigante. Tenía la capucha tan cerrada que apenas se le veía la nariz. —Personaje de fondo con perfil bajo —analicé. Siempre parece querer volverse invisible. Curioso diseño de personaje para alguien que ocupa tanto espacio con esa ropa holgada.

Más allá, el ambiente estaba ruidoso. Kat, la chica de los mechones rojos, tocaba su estuche de guitarra como batería, riéndose con Leydi, la chica dramática que camina posando como si los pasillos fueran una pasarela. Detrás de ellas, Litzi intentaba decir algo con voz bajita, pero nadie la oía. —Demasiados diálogos superpuestos —pensé con una media sonrisa. Tienen energía, eso no lo niego.

En las escaleras, Sasha subía cargando una torre de libros inmensa, murmurando cosas para sí misma, y Riana estaba junto a la ventana moviendo los dedos en el aire, perdida en su música mental.

Todos parecen tener su propio guion, su propia historia. Y yo... bueno, yo sigo buscando el cast para la mía.

Entré al salón 4-B. Fui directo a mi asiento, al fondo junto a la ventana. El lugar clásico.

—¡Dash! ¡Llegas justo a tiempo antes de que mi sistema colapse! Flynn "Glitch" me saludó desde su pupitre. Sus gafas brillaban reflejando la luz, ocultando sus ojos como siempre.

—¿Qué pasó ahora, Flynn? —pregunté, dejando mi mochila. —Una chica me pidió la hora en el pasillo. Me quedé congelado. Creo que le respondí con la dirección IP de mi casa en vez de la hora. Necesito reiniciar. —Tranquilo, respira. Es solo interacción humana básica, no es código binario —le dije, dándole una palmada en el hombro. Flynn es un genio de las computadoras, el mejor que conozco, pero el mundo real le da un lag tremendo.

—¡Buenos días, gente! —una voz retumbó en el salón. Jett "El Titán" apareció bloqueando la luz del sol. Llevaba su uniforme deportivo y, inexplicablemente, estaba comiendo media sandía con una cuchara.

—Jett... ¿eso es una sandía entera? —le pregunté, aunque ya estoy acostumbrado a sus rarezas. —Hidratación, Dash. Es vital para el rendimiento —dijo con la boca llena—. Oye, mira esto. Una chica me dio esta carta con corazones en la entrada. Dice "Para Jett, te observo siempre". Creo que es una espía de la escuela rival tratando de robar mis técnicas de carrera.

—Claro, Jett. Definitivamente es espionaje industrial —le seguí la corriente, sonriendo. No tiene caso explicarle que es una carta de amor; su densidad es más dura que el diamante.

Me senté y suspiré, sacando mi vieja libreta de cuero. Acaricié la tapa desgastada, pero no la abrí para que nadie viera el título de la primera página. Ese es mi secreto.

Miré a mis amigos. Un programador paranoico y un deportista despistado. Son buena gente, mis mejores amigos. Pero cuando toco esta libreta... me siento solo.

Aquí están mis ideas. Bocetos torpes que intento dibujar, notas sobre música que no sé componer, guiones que necesitan pulirse. Tengo la visión. Sé exactamente qué tipo de anime quiero hacer. Quiero crear algo que emocione a la gente, como esos animes que me cambiaron la vida.

Pero soy realista. Mis habilidades técnicas tienen un límite. Necesito a alguien que sepa dibujar de verdad. Alguien que entienda de música. Alguien que pueda actuar.

Miré alrededor del aula. Todos reían, hablaban, vivían su vida escolar normal.

—Me falta el equipo —susurré para mí mismo—. Tengo el director, pero me falta todo el estudio de animación.

El timbre sonó. Guardé la libreta rápidamente en mi mochila. Otro día más de clases teóricas, mientras mi verdadero sueño sigue acumulando polvo en papel.

Lo que no sabía era que, a veces, los giros de guion ocurren cuando menos te lo esperas, y que mi "estudio de animación" estaba más cerca de lo que creía.

Misión de Reconocimiento

El timbre del recreo sonó y, para mí, eso significaba una cosa: Pre-producción.

—Muy bien, equipo —dije, reuniéndonos en el pasillo—. La misión de hoy es simple. Necesito fotos de referencia para los fondos del anime. Buscamos una azotea con buena iluminación o un pasillo que transmita "soledad existencial".

—Recibido, Dash —respondió Flynn, ajustándose las gafas—. He hackeado... digo, accedido al sistema de cámaras de seguridad para crear una ruta libre de profesores. Mi algoritmo predice una probabilidad del 98% de éxito.

—¿Y tú, Jett? —le pregunté al gigante a mi lado. Jett sostenía ahora una olla arrocera portátil y comía directamente de ella con una cuchara de madera. —Estoy listo, jefe. Cargué carbohidratos. Si hay que correr, soy el viento. Si hay que empujar puertas, soy el huracán.

—Solo... trata de no comer mientras corremos —supliqué.

Comenzamos nuestra "infiltración". El objetivo: la azotea del edificio B, que siempre estaba cerrada.

Nos movíamos como un comando de élite... o eso imaginaba yo. En realidad, parecíamos tres chiflados. Flynn caminaba pegado a la pared murmurando "Sector despejado", Jett iba dejando un rastro de granos de arroz, y yo iba haciendo encuadres con las manos a cada maceta que veía.

—¡Alto! —susurró Flynn, deteniéndose en seco. Su tablet emitió un sonido de error de Windows 95 a todo volumen—. ¡Alerta! ¡Detecto una entidad hostil de alto nivel!

—¿El director? —pregunté. —Peor. El conserje. El que tiene la escoba que parece una lanza espartana. ¡Viene hacia aquí!

—¡Corran! —gritó Jett, pero en lugar de correr hacia la salida, su instinto de deportista lo hizo correr hacia el peligro para "hacer una finta". —¡Jett, por ahí no es! —grité, pero fue tarde. El caos se desató.

Escuchamos el grito de batalla del conserje. Flynn entró en pánico, gritó algo sobre "formatear el disco duro" y salió corriendo hacia el laboratorio de cómputo. Yo me quedé solo en el pasillo central.

—Maldición, el guion no decía nada de una persecución en el primer acto —me quejé.

Giré sobre mis talones y corrí. Derrapé en una curva como si fuera un auto de Initial D, mis zapatillas chirriaron contra el piso encerado. Iba tan rápido y mirando hacia atrás que no vi lo que tenía delante.

O mejor dicho, a quién tenía delante.

El impacto fue inminente. Choqué contra algo suave pero firme, perdí el equilibrio y, por una jugada cruel de la física (y del guionista de mi vida), terminé deslizándome por el suelo hasta quedar de rodillas.

Cuando recuperé la visión, me di cuenta de mi terrible posición. Estaba de rodillas. Mis manos estaban extendidas hacia adelante como si estuviera rogando piedad. Y justo frente a mi cara, a escasos centímetros de mi nariz, había una falda de uniforme perfectamente planchada.

Subí la mirada lentamente. Zapatos caros. Medias impecables. Y una cara que me miraba con una mezcla de horror y desprecio absoluto.

Era Rinzi, la chica de la limusina.

El tiempo se detuvo. En mi mente de director, analicé la situación: Plano contrapicado. Iluminación dramática sobre ella. El protagonista en una posición comprometedora. Era el cliché del "accidente ecchi" que tanto odio en los animes genéricos.

—Yo... —intenté explicar que estaba huyendo del conserje.

Pero mi instinto me traicionó. Al ver la luz del sol entrando por la ventana detrás de ella, creando un halo en su cabello rubio, mis manos se movieron solas. Hice el rectángulo con mis dedos para encuadrar su rostro.

Desde su perspectiva, yo estaba de rodillas, mirando hacia arriba y haciendo un gesto con las manos hacia su pecho.

El rostro de Rinzi pasó de pálido a rojo volcánico en un nanosegundo. —¡¿Q-Qué crees que estás midiendo...?! —gritó, cubriéndose con su abanico y su bolso de marca.

—No, espera, es por la composición... la luz de contra... —balbuceé, dándome cuenta de lo mal que sonaba.

Ella me miró como si fuera una cucaracha en su ensalada de lujo. —¡Aleja tus sucios ojos de mí, plebeyo pervertido! —exclamó con una voz que podría romper cristales. Levantó su bolso (que probablemente costaba más que mi casa) para golpearme.

Me puse de pie de un salto, activando mis reflejos de supervivencia. —¡Oye! ¡No soy un pervertido! ¡Solo tengo ojo artístico! —me defendí, retrocediendo.

—¡¿Artístico?! ¡No digas estupideces! —me gritó, perdiendo por un segundo su compostura de dama—. ¡Seguridad! ¡Alguien saque a este degenerado de mi vista!

—¡Escucha, Niña Rica! —solté el apodo sin pensar, mi orgullo herido hablando por mí—. ¡Tu ego ocupa más espacio que tu limusina! ¡Nadie te estaba mirando a ti!

Ella se quedó paralizada por el insulto. Sus ojos se entrecerraron peligrosamente. —¿Cómo... me... llamaste?

Sentí un escalofrío. Sabía que si me quedaba ahí, mi vida escolar terminaría antes de empezar. —¡Corte! ¡Fin de la escena! —grité y salí corriendo en dirección contraria, mientras escuchaba sus gritos indignados a mis espaldas prometiendo demandarme, a mí y a toda mi descendencia.

Corrí sin rumbo. El corazón me latía a mil. Tenía al conserje buscándome por un lado y a la "Niña Rica" furiosa por el otro. Necesitaba un escondite. Ya.

Vi una puerta de madera vieja al final del pasillo del tercer piso. El cartel decía "Aula de Arte 2 - Clausurada". —Perfecto. Un set abandonado —pensé.

Abrí la puerta con fuerza, entré y la cerré tras de mí, apoyando la espalda contra la madera y deslizándome hasta el suelo para recuperar el aliento.

—Salvado por el guion... —suspiré, cerrando los ojos. El silencio del aula era reconfortante. Olía a pintura vieja, trementina y polvo.

Pero entonces, un sonido rompió mi paz. Scritch, scritch, scritch. El sonido rítmico de un lápiz contra el papel.

Abrí los ojos de golpe. El aula no estaba vacía.

La luz del atardecer entraba por los ventanales sucios, iluminando partículas de polvo que flotaban en el aire. Y allí, al fondo, sentada sobre un pupitre lleno de lienzos rotos, estaba ella.

El bulto gris de la mañana. Mira.

Estaba tan concentrada dibujando en un cuaderno que no se había dado cuenta de que yo acababa de irrumpir en su santuario huyendo de una niña rica homicida.

Me quedé quieto, observándola. Por primera vez, mi mente de director no buscó encuadres ni ángulos. Simplemente me quedé mirando cómo su mano se movía con una velocidad y una gracia que nunca había visto en mi vida.

Me acerqué un paso, sin querer hacer ruido, pero el piso de madera crujió bajo mis pies.

Mira saltó en su asiento como un gato asustado. Se giró violentamente, sus ojos grandes y asustados me miraron a través de los mechones de pelo desordenado. En un movimiento reflejo de pánico, cerró su cuaderno de golpe contra su pecho y tiró de los cordones de su capucha, cerrándola casi por completo hasta que solo se vio su nariz.

—Y-yo... no estaba haciendo nada... —susurró desde dentro de su caparazón de tela.

Miré el cuaderno que abrazaba como si fuera un tesoro. —Eso no parecía "nada" —dije, olvidando por un momento que yo era un intruso—. El sonido del grafito... tenías un ritmo muy agresivo. ¿Estabas sombreando?

Ella no respondió. Se hizo más pequeña en su asiento.

—Soy Dash —dije, tratando de sonar menos como un pervertido (la etiqueta de Rinzi seguía fresca en mi mente) y más como una persona normal—. Me escondo de... bueno, de una situación política complicada en el pasillo.

Ella me miró por el agujerito de su capucha. Luego, miró hacia la puerta. De repente, el cuaderno se le resbaló de las manos nerviosas. Cayó al suelo, abierto de par en par.

Mis ojos fueron directo a la página expuesta. Esperaba ver un dibujo de anime genérico. Unos ojos grandes, una pose rígida. Lo típico que dibujan los principiantes.

Pero lo que vi me dejó sin aliento. Era un dibujo a lápiz, sí. Pero era una escena de batalla dinámica. La anatomía era perfecta. La perspectiva era forzada, un "ojo de pez" increíblemente difícil de lograr a mano alzada. Los personajes tenían peso, tenían fuerza.

Era... profesional.

Sentí ese switch en mi cerebro. Ese clic que no puedo controlar. Mis pupilas se dilataron. Me olvidé de Rinzi, del conserje y de Jett.

Me lancé al suelo para ver el dibujo más de cerca, invadiendo su espacio personal sin querer. —La línea de acción... —murmuré, pasando mi dedo a milímetros del papel sin tocarlo—. El escorzo de la pierna está impecable, pero...

Levanté la vista. Mira estaba temblando, pálida, esperando que me burlara de ella por dibujar "dibujitos". Pero yo la miré con una intensidad que la hizo retroceder.

—La anatomía es de nivel dios... —dije, y luego, mi lado crítico salió disparado—: ¡Pero el sombreado en el cabello es plano! ¡Le falta volumen! ¡Con ese nivel de línea, el sombreado debería ser más dinámico, estilo años 90 mezclado con cel shading moderno!

Mira parpadeó, confundida. ¿No se estaba burlando? ¿La estaba... criticando técnicamente?

—¿Eh? —soltó ella.

—El dibujo es increíble —dije, poniéndome de pie y señalándola con mi dedo "de director"—. Pero tienes que arreglar esa luz. Si la fuente de luz viene de la explosión, la sombra debería estar aquí, no allá.

Mira miró su dibujo. Luego me miró a mí. Su miedo se transformó lentamente en otra cosa. Frunció el ceño. Se bajó la capucha, revelando su rostro manchado de grafito y una expresión de ofensa pura.

—No es plano... —murmuró, casi inaudible. —¿Qué? —¡No es plano! —gritó de repente, sorprendiéndome—. ¡Es una decisión estilística para resaltar el movimiento! ¡Tú no sabes nada!

Agarró su cuaderno, se hizo bolita en el suelo abrazándolo y murmuró: —Idiota... crítico de pacotilla...

Sonreí. No era solo tímida. Tenía orgullo de artista. Acababa de encontrar a mi Directora de Arte.