Cherreads

Chapter 4 - CHAPTER 4 - Guardians of the Dry Stream

El aire dentro del santuario se sentía más frío de lo debido, casi como si el lugar hubiera estado abandonado durante siglos. Aún así, la piedra que descansaba en mi mano emitió un pulso débil —nada dramático, lo suficiente como para recordarme que estaba viva a su manera extraña. La runa tallada sobre el arco de entrada seguía brillando débilmente, luchando por contener todo lo que rondaba en el bosque exterior.

Apreté mi agarre alrededor del Fragmento de Eco. Tres piezas forman un Eco entero. Un eco equivale a una habilidad. Y sólo uno Se puede obtener en todo el tutorial. Esa línea no salía de mi cabeza. En este mundo no se repartió nada; cada pizca de fuerza quedó atrapada detrás de algún costo cruel.

El santuario no era mucho— sólo una cámara redonda de piedra, en ruinas y silenciosa, con un pedestal vacío en el centro. Sin caminos ocultos, sin salidas secretas. Tal como entré… de regreso a la pesadilla que me esperaba afuera.

"No puedo quedarme aquí", murmuré, aunque mi voz sonaba extraña en la quietud. Hay un temporizador en este tutorial… Necesito moverme

Los pensamientos, la planificación, el conocimiento—eran del jugador. ¿Pero el miedo? ¿Los golpes en mi pecho? Esos definitivamente eran míos. Tuve que acostumbrarme a este recuerdo prestado para transformarlo en algo con lo que realmente pudiera sobrevivir. Si quería los tres fragmentos, tenía que seguir adelante.

Un escalofrío frío corrió desde la piedra hasta mi brazo. No es doloroso—es más como un aliento de advertencia. Mi eco central, esa cosa sellada que había despertado para salvarme, se agitó dentro de mí. Absorber un fragmento ahora… en este estado… era peligroso. Demasiado peligroso. Un movimiento en falso y podría romper cualquier cosa frágil que me mantuviera unido.

Caminé hacia la salida. La runa de repulsión parpadeó lastimosamente cuando pasé por debajo de ella. Afuera, la hierba negra se movía como si respirara, y en lo profundo entre los árboles capté el movimiento suave y silencioso de una Sombra esperando que abandonara los límites de la seguridad.

"El segundo fragmento…" El recuerdo surgió por sí solo, pulido por las innumerables veces que había borrado este tutorial. "Siempre cerca del arroyo seco. Protegido por múltiples sombras."

Acepté ese conocimiento con la misma resignación con la que acepté cada latido de este corazón desconocido.

Inhalé profundamente. El aire tenía un sabor podrido. Este santuario era seguro, sí—pero también una jaula. Si quería ese segundo fragmento, tenía que entrar voluntariamente en las mandíbulas esperándome.

Una última mirada a la cámara oscura. Luego atravesé el arco.

La runa se ensanchó débilmente… luego se oscureció. No más protección.

El bosque me miró fijamente. Cada sombra parecía demasiado pesada, cada susurro demasiado intencional. Tal vez fueron sólo mis nervios— o tal vez este cuerpo pudo sentir cosas sobre las que el tutorial nunca advirtió.

Me moví lentamente, con cuidado de no romper una ramita ni rozar una raíz. No quería que esa cosa de antes reapareciera. Todavía podía oír el silbido de sus garras cortando el aire más allá de mi oreja. Demasiado cerca.

El camino hacia el arroyo seco serpenteaba entre árboles centenarios, con sus ramas enroscadas como garras congeladas. Sólo había cruzado una corta distancia cuando apareció la primera Sombra. No el grande—el Vigilante se quedó más profundo en el bosque. Esta era una Sombra Menor, como aquella por la que luché dentro… excepto que ahora no había runas protegiéndome.

Mi corazón saltó, pero mis piernas se movieron instintivamente. "Línea recta, carga de dos segundos" El conocimiento surgió y dejé que me guiara. Esquivé el primer ataque, pero éste fue más rápido que el anterior. Giró y se abalanzó de nuevo, con sus garras rozando mi brazo y dejando atrás una picadura aguda y fría.

Agarré la piedra más cercana que pude encontrar, agarrándola con tanta fuerza que me dolían los nudillos. Cuando volvió a correr, no me balanceé a ciegas. Esperé —conté una sola respiración— y clavé la piedra directamente en su núcleo con un golpe giratorio. Se hizo añicos con un sonido como el de un cristal roto y desapareció en sombras a la deriva.

No se cayó ningún fragmento. No esperaba uno.

Poco después apareció otro Shade, más pequeño pero más rápido. Mi cuerpo reaccionó antes que mis pensamientos. Me deslicé hacia los lados en lugar de hacia atrás, dejándolo sobrepasar. Cuando pasó a mi lado, un golpe rápido hasta un punto débil hizo que se disolviera instantáneamente. No es más fácil—solo diferente. Mi cuerpo se sincronizaba con lo que mi mente recordaba.

El tercer Shade atacó cerca de unas rocas cubiertas de musgo; el cuarto casi me atrapa por detrás. Cada pelea me dejó magullado, sin aliento, pero también más agudo. La incomodidad entre el cuerpo y la memoria se estaba desvaneciendo. Los movimientos fluyeron. El miedo no desapareció, pero dejó de congelarme. Matar se volvió… necesario. Rutina. Un ritmo sombrío de supervivencia.

Por fin el suelo descendió. El aire se volvió más frío, más pesado y el silencio se sintió mal —como si el agua debería haber estado fluyendo pero no lo estaba.

El arroyo seco.

Me escondí detrás de un árbol espeso y ralenticé mi respiración. Abajo, en el lecho rocoso, varias figuras altas y oscuras flotaban como sombras realizando algún ritual inquietante. Sus siluetas eran mucho más claras que las de las Sombras Menores. Estos eran Vigilantes.

Tres por lo menos. Quizás más en la oscuridad.

Y en el centro del arroyo, envuelto en un tenue brillo púrpura… el segundo fragmento.

Apreté el primer fragmento. El segundo estaba justo ahí—, pero también lo estaba el muro de oscuridad viviente entre nosotros. ¿Luchando contra ellos de frente? Eso fue suicidio.

Me obligué a observar, a esperar, a leer sus movimientos.

Porque lo que viniera después… no sería sólo una pelea.

Sería la decisión la que determinaría si merecía sobrevivir en este mundo.

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