El silencio dentro de la casa abandonada se quebró cuando el genio dejó caer una risa suave, casi burlona, mientras miraba a Erian desde lo alto de su pedestal de piedra.
—Pensé que volverías a hablar… —dijo el genio, con ese tono cansado y juguetón—. Pero ya veo que vienes por lo tuyo.
Erian apretó el cuchillo entre los dedos. Sus ojos, vacíos y fríos, no tenían nada del muchacho tímido del inicio del viaje.El genio chasqueó los dedos.
La puerta trasera se abrió sola con un golpe seco, y dos aberraciones entraron arrastrando sus cuerpos retorcidos. Una tenía seis patas humanas mezcladas con escamas, y la otra era un montón de hueso y piel que chasqueaba una mandíbula enorme.
Erian suspiró.
—De verdad… ¿tan desesperado estás por compañía?
Las criaturas se abalanzaron sobre él antes de que terminara la frase. La primera lo partió en dos de un mordisco que sonó como un tronco rompiéndose. Su torso cayó al suelo con un golpe húmedo, y sus piernas se desplomaron unos pasos más atrás.
El genio esbozó una sonrisa amplia… hasta que vio cómo ambos pedazos temblaban.
De cada mitad brotaron hebras negras, como lazos viscosos, que se estiraron buscando a la otra parte. Las fibras se anudaron, tiraron, y en cuestión de segundos el cuerpo de Erian volvió a unirse. Se levantó lentamente, limpiándose la sangre del rostro como si solo se hubiera tropezado.
—Si sigues usando a estas pobres cosas para espantarme… te vas a quedar solito para siempre —dijo, casi con lástima.
La aberración más grande rugió y saltó hacia él. Erian la recibió inclinándose a un lado y enterrándole el cuchillo directamente en el cráneo. La criatura se desplomó con un gemido corto.
El genio entrecerró los ojos. Ya no sonreía.
—La última —susurró.
La aberración restante se lanzó con más fuerza que las otras. Le arrancó el brazo de un tirón, los huesos crujiendo como ramas secas.Pero el muñón de Erian no sangró. Hebras negras surgieron otra vez, tomando forma de un nuevo brazo que se regeneró en apenas un par de latidos.
—Ya me cansaste —gruñó.
Saltó, apoyó un pie en la pared y usó el impulso para caer sobre la criatura. Con un solo puñetazo hundió la cabeza de la aberración contra el suelo, haciéndola estallar como fruta madura.
El genio retrocedió un paso. Ese pequeño movimiento fue la primera señal de miedo real.
Erian apareció frente a él sin darle tiempo a reaccionar. El genio abrió los brazos, como si esperara que Erian se detuviera… pero no esquivó el golpe. Erian le estampó el puño en el pecho, hundiéndolo contra la piedra del pedestal.
Mientras el genio trataba de respirar, Erian metió la mano en su túnica y arrancó la gema que escondía.
—Se acabó —dijo Erian, sin rastro de emoción.
El genio lo miró desde el suelo, con su máscara agrietada y su luz interna temblando.
—Demasiado tarde, niño… —susurró—. Los tiempos oscuros están llegando. Y tú… tú ya elegiste tu lado.
Erian lo observó por un segundo. No dijo nada más.
El mundo se dobló alrededor de él, y su cuerpo fue absorbido por una sombra que lo teletransportó lejos de la casa.
Kael caminaba entre el pasto del valle, pateando una piedra por aburrimiento.
—Hace días que no vemos a Erian —murmuró Rhett, inquieto—. No sé… me preocupa.
—¿Preocuparte? —dijo Kael, alzando una ceja—. Ese tipo siempre fue raro. Seguro se fue a hacer algo tonto, como hablarle a los árboles.
Doran negó con la cabeza.
—No bromeo, Kael. Puede estar en problemas.
Lira caminaba detrás, abrazándose los brazos para darse calor.
—O… puede que no quiera volver a vernos. No después de cómo lo tratamos.
El grupo cayó en silencio. Ninguno sabía qué pensar realmente.
En un lugar completamente distinto, oscuro y vacío como un pozo sin fin, una sombra esperaba en silencio.
Erian apareció en medio del lugar, todavía sujetando la gema. Respiró hondo. La presencia frente a él se expandió como un humo negro que vibraba con vida.
—¿La tienes? —preguntó una voz profunda, con un eco que parecía venir desde todas partes.
Erian extendió la gema sin dudar.
La sombra la tomó entre dedos que no tenían forma definida.
—Bien… —murmuró—. Ya es momento de actuar.Su voz sonó satisfecha, casi hambrienta.—Prepárate, Erian.Una luz roja se encendió dentro de la sombra, como un ojo abriéndose lentamente.—Porque desde este punto… ya no hay vuelta atrás.
La oscuridad envolvió a ambos. Y el mundo tembló, como si sintiera que algo terrible acababa de ponerse en marcha.
