Cherreads

Chapter 3 - Capitulo 2

Habían pasado ya tres semanas desde que Rowan llegó a ese nuevo mundo.

Con el tiempo, había conseguido más trabajos: ayudante en el mercado, cargador en el puerto, e incluso reparaba techos o cercas cuando alguien lo necesitaba. Sin embargo, todos esos trabajos eran mal pagados, y por eso comenzó a ofrecer ayuda temporal en aldeas vecinas. No eran trabajos fijos, solo favores por unas pocas monedas, pero aun así logró reunir suficiente dinero para comer un poco mejor cada día.

Su esfuerzo no pasó desapercibido. Muchos aldeanos lo conocían ya como un joven trabajador y amable, alguien dispuesto a ayudar sin quejarse.

A Rowan siempre se le habían dado bien las tareas domésticas y físicas. Antes de llegar a ese mundo, ya tenía un nivel físico un poco mas arriba del promedio, y eso le permitía resistir el cansancio mejor que otros. Aun así, con tantos trabajos, cada noche su cuerpo le pesaba más, pero no se rendía.

Cuando caía la noche y el mercado cerraba, se recostaba en el establo donde dormía, mirando las estrellas a través de los huecos del techo. Pensaba en su familia, en sus amigos, en su antigua vida.

Cada día que pasaba, su esperanza de despertar de aquel "sueño" se desvanecía un poco más. Comenzaba a aceptar que ese era su nuevo hogar, su nueva realidad, por más dura que fuera.

Una mañana, mientras ayudaba a vender fruta en una zona comercial, vio algo extraño: una figura encapuchada arrebató un brazalete de las manos de una mujer y salió corriendo entre la multitud. Sin pensarlo, Rowan reaccionó por instinto y fue tras ella.

La ladrona era rápida, ágil, y conocía bien el terreno. Saltó sobre cajas, subió por los tejados y se perdió entre callejones. Pero Rowan no se quedó atrás. Aunque no corría tan veloz, su resistencia le permitió mantener el ritmo. Cada salto lo hacía con esfuerzo, sintiendo la adrenalina recorrerle el cuerpo.

Después de varios minutos de persecución, la ladrona miró hacia atrás, sorprendida de que él aún la siguiera. En ese momento perdió el equilibrio y resbaló desde una altura de tres pisos. Sin pensarlo, Rowan saltó hacia ella, logrando tomarla del brazo justo antes de que cayera. Ambos quedaron colgando, respirando con fuerza.

Cuando por fin estuvieron a salvo en el suelo, la chica se soltó bruscamente.

—¿Por qué no me dejaste caer? —preguntó con tono serio, aún agitada.

—Porque, aunque seas una ladrona… sabía que necesitabas que te salvaran —respondió Rowan, mirándola con calma.

—Te lo agradezco —dijo ella, apartando la mirada—, pero no por eso te devolveré el brazalete. Lo necesito.

—¿Para qué? —preguntó Rowan.

—Para sobrevivir. Aquí, casi todos los trabajos legales son mal pagados… y las cosas básicas cuestan demasiado.

Rowan bajó la mirada.

—Te entiendo. Yo también paso por eso. Trabajo en todo lo que puedo… creo que tengo como cuatro empleos, y otros tantos temporales.

Ella soltó una leve risa, cansada.

—Pues te admiro. No perdiste mi rastro, aunque yo era más rápida. Tu resistencia es impresionante. —Hizo una pausa, estirando una pierna adolorida—. No creo que pueda seguir caminando por un rato.

—Supongo que el cuerpo se acostumbra al cansancio —respondió Rowan, sonriendo levemente.

La chica lo miró con curiosidad.

—Si querés vivir de forma decente, deberías pensar en volverte un ladrón también.

Rowan la miró, sorprendido.

—No lo sé… quiero vivir mejor, sí, pero no a costa de robarle a otros.

Ella se encogió de hombros.

—Piénsalo bien. Nadie sobrevive aquí siendo bueno todo el tiempo. —Se dio media vuelta y caminó hacia un callejón oscuro—. Si cambias de opinión, búscame aquí. Abre la puerta del fondo y pregunta por mí. Por cierto… mi nombre es Lyra.

—Rowan —respondió él.

Ella asintió y desapareció tras la puerta.

Esa noche, Rowan regresó al establo. No pudo dormir. Sus pensamientos giraban una y otra vez en torno a la propuesta de Lyra. Sabía que robar estaba mal, pero… ¿y si esa era la única forma de sobrevivir? ¿Y si su bondad solo lo mantenía estancado?

Miró sus manos llenas de callos, los trozos de pan duro junto a su cama de paja, y suspiró.

—Solo quiero vivir con un poco de dignidad… —murmuró.

A la mañana siguiente, se levantó antes del amanecer y caminó hacia el callejón. Tocó la puerta con decisión. Al poco tiempo, Lyra apareció, con su capucha bajada y una sonrisa de media noche.

—¿A qué vienes? —preguntó ella, cruzándose de brazos.

—He pensado en lo que dijiste… y acepto tu propuesta.

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