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Chapter 11 - capitulo 11 los que avanzan demasiado rapido

⭐ capitulo 11 –

“Los que avanzan demasiado rápido”

El atardecer teñía de rojo las paredes de la Sala de Estrategia, como si el sol quisiera advertir algo.

Thomas estaba de pie frente al enorme mapa del continente, inmóvil, con las manos cruzadas detrás de la espalda. Su silueta se recortaba como una sombra rígida contra la luz.

La puerta se abrió con rapidez.

Soldado:

“Señor Thomas… llegó un nuevo informe sobre el chico. Sobre Eiden A.”

Thomas no respondió.

Ni siquiera giró la cabeza.

Thomas:

“Déjalo allí.”

El soldado dejó el documento sobre la mesa y salió sin hacer ruido.

Solo entonces, Thomas estiró el brazo y tomó el informe con cierta lentitud, como si analizara cada milímetro del papel antes de leerlo.

Sus ojos recorrieron las líneas.

Su rostro permaneció inexpresivo…

salvo por un detalle:

sus dedos se cerraron un poco más fuerte al llegar a una frase.

“El sujeto continúa entrenando pese a las lesiones graves.

No presenta deterioro mental.

Avance inusual.”

Thomas lo leyó dos veces.

Thomas (pensando):

“…Avance inusual… otra vez.”

La mención le hacía algo.

No preocupación… pero tampoco alivio.

Guardó el informe, respiró hondo y salió hacia la sala principal, donde ya lo esperaban los otros líderes.

⭐ Reunión de líderes

La sala estaba fría.

Cinco figuras se acomodaban alrededor de una mesa metálica llena de dossiers y fotos.

Líder 1:

“El chico sobrevivió a heridas que deberían haberlo frenado por meses. ¿Cómo lo explicas, Thomas?”

Thomas tomó asiento.

Thomas:

“La explicación no importa.

Lo que importa es que lo mantengamos bajo con—”

Se detuvo.

Parpadeó una vez.

Corrigió.

“—bajo observación.”

Nadie le dio importancia al pequeño tropiezo.

Parecía cansado.

Parecía un líder serio que quería mantener el orden.

Solo parecía.

Líder 2:

“¿Entonces consideras que podría convertirse en un recurso útil para nosotros?”

Thomas entrelazó sus dedos.

Thomas:

“Aún es incierto.

Los que avanzan demasiado rápido… suelen ser impredecibles.”

Los demás asintieron, creyendo que hablaba de estabilidad militar.

Nadie vio el leve brillo en sus ojos.

Thomas se puso de pie y ajustó su abrigo oscuro.

Thomas:

“Si ese chico tiene potencial…

entonces debemos actuar antes de que la situación escape a nuestro control.”

Los líderes interpretaron “actuar” como preparar recursos, cuidar al chico, ayudarlo a crecer.

El lector también.

Solo Thomas sabía qué significaba para él.

Al salir del recinto, un soldado se acercó con respeto.

Soldado:

“¿Desea que enviemos guardias adicionales para proteger al chico, señor?”

Thomas se detuvo.

Ni siquiera giró.

Thomas:

“No.

Solo…

observen.

Muy de cerca.”

Dio un paso más.

Y otro.

En silencio.

La luz roja del atardecer se extinguió cuando la puerta se cerró detrás de él.

El sol ya se había escondido cuando Eiden salió al patio de entrenamiento.

El aire era frío, y cada respiración le dolía como si tuviera agujas en el pecho. Aun así, estaba ahí.

Su postura era inestable.

Sus manos temblaban.

Pero sus ojos… seguían creyendo.

Max estaba de pie frente a él.

Serio, sin una pizca de sonrisa.

Max:

“Piernas separadas. Centro bajo.

Si no podés mantener el equilibrio… nunca vas a poder golpear.”

Eiden intentó bajar su centro de gravedad.

Su rodilla falló.

Casi cae.

Riku, sentado en una roca, se levantó sobresaltado.

Riku:

“¡Ey, ey, ey! ¡No lo fuerces así! ¡Se va a desmayar!”

Max lo miró con un solo ojo, sin mover la cabeza.

Max:

“Si no entrena ahora… jamás tendrá oportunidad contra nadie.

Ni siquiera un soldado raso.”

Lia apretó sus vendas blancas entre los dedos, nerviosa.

Lia:

“Pero… Eiden sigue herido.

Forzarlo así—”

Max:

“No lo estoy forzando.”

Mira directamente a Eiden.

“Él quiere seguir.”

Eiden respiró hondo.

El dolor lo atravesó, pero asintió.

Eiden:

“Estoy bien… puedo continuar.”

Max dio un paso adelante y golpeó el suelo con la punta de su bota.

Max:

“Entonces levantate.

Y mantenete firme tres segundos.”

Eiden lo intentó.

Tembló.

Falló.

Volvió a intentarlo.

Los segundos pasaban lentos, como si el mundo lo observara con juicio.

Finalmente, después de cinco intentos…

1… 2… 3.

Se mantuvo en pie.

No era gran cosa.

Para cualquiera sería nada.

Pero para él, era un milagro.

Riku levantó los brazos.

Riku:

“¡LO LOGRÓ! ¡BRO, TE JURO QUE ESTO MERECE UNA FIESTA!”

Lia sonrió, con alivio.

Max simplemente levantó el mentón.

Max:

“Bien.

Ahora vamos por cinco segundos.”

Eiden tragó saliva.

Casi se cae.

Mientras el entrenamiento continuaba en silencio…

Una sombra se movió entre los árboles.

Su respiración era imperceptible.

Sus pasos no dejaban huella.

La voz del Vigía Sombrío, tenue como un susurro, se mezcló con el viento:

“Este es… el chico del que habló Thomas.”

Sus ojos se clavaron en Eiden, tan débil que apenas podía mantenerse de pie.

“Fracaso asegurado…

a menos que ese brillo en su mirada signifique algo más.”

La sombra retrocedió, invisible.

El entrenamiento seguía.

Max daba órdenes duras.

Eiden las cumplía como podía.

Riku hacía chistes inútiles.

Lia lo apoyaba en silencio.

Nadie sabía que no estaban

“La sombra detrás de la puerta”

La noche cayó temprano sobre el complejo.

Los pasillos largos estaban apenas iluminados por luces tenues que parpadeaban de vez en cuando, como si respiraran.

Eiden salió de la ducha con una toalla en el cuello, agotado pero algo orgulloso: por primera vez había dominado un ejercicio que Max le había corregido mil veces. Aún era débil, aún se cansaba rápido, pero sentía… un milímetro de avance.

Caminó hacia su habitación. El eco de sus pasos era el único sonido.

O eso creía.

Mientras caminaba, el aire detrás de él se movió apenas, como si una sombra imitara sus pisadas medio segundo más tarde.

Eiden se detuvo.

La sombra también.

Eiden tragó saliva.

—Seguro… no es nada… —susurró para sí, intentando mantenerse firme.

Abrió la puerta de su cuarto, entró, y dejó caer la toalla.

Cuando se dio vuelta para cerrar…

Una mano cubierta por una tela oscura intentó clavarse un filo directo en su cuello.

—¡¿Qué—?! —Eiden apenas alcanzó a agacharse. El cuchillo rozó su mejilla, abriendo un corte fino.

El atacante entró como una sombra viva, sin emitir ni un solo sonido, movimientos fluidos, casi irreales.

Eiden cayó hacia atrás, aterrado, intentando activar algún reflejo, algún pequeño entrenamiento de Max. Pero su cuerpo seguía siendo lento, débil, torpe.

El asesino alzó la hoja para rematarlo.

Y entonces… el aire se detuvo.

Como si el mundo diera un parpadeo.

Una figura apareció delante del asesino sin ningún ruido. Simplemente “estaba ahí”.

—Eres sigiloso… —dijo Max, con una calma que helaba—. Muy sigiloso, de hecho. Incluso yo tardé un segundo más de lo que debería en notarte.

El asesino retrocedió de inmediato, lanzando tres cortes rápidos al cuello de Max.

El mentor los esquivó inclinando apenas la cabeza, como quien se aparta de una molestia.

—Pero no lo suficiente.

Un choque estalló.

Max pateó el suelo, el piso se quebró bajo sus pies, y se impulsó hacia adelante.

El asesino intentó desaparecer en sombras, pero Max ya estaba detrás de él, agarrándolo por la muñeca y torciéndosela hasta casi romperla.

—Habla. ¿Quién te envió? —dijo Max sin elevar la voz.

El asesino tembló, respirando con dificultad bajo la presión monstruosa del mentor.

Y entonces… una pequeña sonrisa apareció bajo la máscara.

Una sonrisa resignada.

Antes de que Max pudiera retenerlo, el atacante se clavó su propio cuchillo en el cuello.

Rápido, limpio, definitivo.

Max soltó un chasquido de lengua.

—Tch… fanáticos.

El cuerpo cayó al suelo, sin vida.

Eiden, sentado contra la pared, con la respiración agitada y el corazón a mil, no podía entender qué acababa de pasar.

Max se giró hacia él, tranquilo.

—A partir de mañana… —dijo mientras se agachaba a revisar el cuerpo—. Entrenarás el doble.

Eiden tragó saliva.

—¿D…dos veces más?

—Intentar matarte será cada vez más común —respondió Max, sin dramatismo—. Mejor que estés preparado.

La cámara se aleja del cuarto…

Y una sombra fuera del pasillo observa, luego se desliza desapareciendo en la oscuridad.

“Sombras que se mueven en silencio”

La muerte del asesino dejó un olor metálico y frío en el aire.

Max llamó a dos guardias del complejo, quienes se llevaron el cuerpo sin decir palabra. Nadie hizo preguntas. Nadie quiso hacerlas.

Eiden se quedó sentado en su cama, temblando apenas. No por miedo… sino por indignación.

—Max… ¿por qué…? —Eiden apretó los puños— ¿Por qué querría alguien matarme?

Max lo observó un segundo.

Ese segundo donde él medía si Eiden estaba listo para una verdad… o para una mentira protectora.

—No lo sé —respondió finalmente—. Pero saberlo no es tu prioridad ahora.

Eiden bajó la mirada, respirando hondo.

Seguía débil. Demasiado débil.

Un simple asesino casi lo había matado…

Max se incorporó.

—Descansa. Mañana empezamos temprano.

Cuando Max apagó la luz y salió, el pasillo volvió a quedar en silencio.

Pero no un silencio natural.

Un silencio que escondía cosas.

CAMBIO DE ESCENA – SALA DE REUNIONES OCULTA

Mientras Eiden intentaba dormir a pesar del susto, en otra parte del complejo, muy lejos de su cuarto, dos figuras hablaban en penumbras.

Una pantalla holográfica mostraba datos, pulsos de energía, y un detalle preocupante:

“EIDEN A – Nivel de amenaza estimado: En crecimiento.”

Una figura golpeó la mesa.

—Falló. ¡El maldito falló!

La otra respondió con una calma inquietante.

—Era de esperarse. Max es demasiado competente.

—Pero no podemos detenernos. Si el chico crece más… Thomas lo notará.

La figura tranquila observó la pantalla, pensativa.

—Pues enviaremos otra sombra.

Pero más cautelosa.

Más preparada.

Y cuando llegue el momento…

Thomas obtendrá exactamente lo que quiere.

Las luces se apagaron.

La reunión terminó.

REGRESO – CUARTO DE EIDEN

Eiden intentaba dormir, pero la herida en su mejilla ardía.

Tocó el corte.

Recordó la mirada del asesino.

El sonido del cuchillo que casi lo atraviesa.

—Tengo que hacerme más fuerte… —susurró— aunque me cueste todo. Aunque no pueda más… aunque tenga miedo.

Cerró los ojos.

Una sombra pasó muy lejos por el pasillo.

Silenciosa.

Observando.

No atacaba… todavía.

La noche siguió su curso.

El juego de los que quieren a Eiden vivo… y de los que lo quieren muerto… acaba de comenzar.

“El interés correcto en el momento incorrecto”

La mañana siguiente llegó sin compasión.

Max hizo que Eiden se levantara antes del amanecer, sin darle tiempo a preguntas ni descanso.

El patio de entrenamiento estaba helado, el aire cortaba la piel, y la luna todavía seguía pegada al cielo.

—Vamos, arriba —ordenó Max sin mirarlo—. Ayer casi te matan. Significa que no estás ni cerca de listo.

Eiden tragó saliva y asintió.

Max dio una palmada fuerte.

—Hoy vamos a descubrir cuánto te queda antes de quebrarte… y cuánto puedes resistir.

Comenzaron con ejercicios básicos, pero la intensidad era brutal:

golpes repetidos, esquivas rápidas, cargas de resistencia, movimientos que Eiden apenas podía seguir.

—¡Otra vez!

—¡Más rápido!

—¡No te pares!

Eiden caía, se levantaba, caía de nuevo… y aun así, seguía.

Su cuerpo lloraba, pero su voluntad avanzaba.

Mientras eso sucedía, una puerta del complejo se abrió.

ENTRADA DE THOMAS

Thomas apareció acompañado de dos subordinados.

Sonreía.

Una sonrisa difícil de leer.

—Vaya, vaya… —comentó observando a Eiden jadeando en el piso— Parece que nuestro pequeño milagro está empezando a rendir frutos.

Max no detuvo el entrenamiento. Golpeó un poste de madera y señaló a Eiden.

—Arriba.

Eiden se levantó, temblando.

Thomas lo observó con un brillo extraño en los ojos.

—Tiene espíritu. Eso me gusta. —Thomas cruzó los brazos— Si mantiene ese ritmo… podría convertirse en una pieza útil para lo que viene.

Max frunció el ceño apenas, sin que Thomas lo notara.

—Eso intento —dijo Max sin mostrar emoción.

Thomas dio unos pasos hacia Eiden.

No demasiado cerca.

Lo suficiente para parecer amable… y no lo suficiente para revelar nada.

—Eiden —dijo con voz suave— sigue así. Si logras superar tus límites, abrirás puertas importantes… no solo para ti, sino para toda la organización.

Eiden, cansado, apenas pudo sonreír.

—Lo intentaré… señor.

—No. —Thomas respondió rápido— No lo intentes… hazlo.

Le dio una palmada en el hombro.

Una palmada que parecía apoyo…

Pero escondía otra cosa.

Algo que solo Max percibió.

Thomas se giró antes de irse.

—Max, endurece el entrenamiento si es necesario.

Quiero ver cuánto potencial es capaz de liberar.

Max apretó la mandíbula ligeramente.

—Como ordene.

Thomas se alejó con paso calmado, satisfecho.

Pero nadie entendía por qué.

Nadie excepto él.

Y Max.

Cuando Thomas desapareció por el pasillo, Max murmuró para sí mismo:

—Ese hombre… nunca sonríe por buenas razones.

Eiden no escuchó.

Solo respiró hondo y volvió a su postura de entrenamiento.

El día apenas empezaba…

y el camino hacia el dolor también.

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