⭐ capitulo 16 – “EL COMANDANTE QUE CAE DEL CIELO”
— Ecos en los pasillos
La base está en silencio.
Demasiado silencio.
Las luces blancas parpadean como si también estuvieran nerviosas.
Max camina rápido, mascando bronca, con los nudillos hinchados y sangre seca en los guantes.
Max (en voz baja, gruñendo):
—Si alguien dentro de esta base lo quiso muerto… se lo voy a sacar a golpes.
Cruza el pasillo principal hasta la sala médica.
Al abrir la puerta, ve a Lia sentada al lado de la camilla.
Eiden apenas respira.
Tiene vendas en el torso, un moretón violeta en el cuello, y los ojos entreabiertos.
Lia lo está cambiando de posición con cuidado, como si tocara algo frágil.
Lia (suavemente):
—Tranquilo… no te esfuerces.
Te duele porque tu cuerpo se quedó sin oxígeno mucho tiempo.
Eiden intenta hablar, pero solo logra un hilo de aire.
Eiden:
—No… me arrepiento.
Valió la pena… que te salvaran.
Lia baja la cabeza, y por primera vez en mucho tiempo, se le escapa una lágrima.
Lia:
—No digas eso. No te quiero volver a ver así.
Max apoya una mano en el marco de la puerta.
Max:
—¿Cómo está?
Lia:
—Mal… pero vivo.
Max entra, se cruza de brazos y mira a Eiden con una mezcla de orgullo y enojo paternal.
Max:
—Pibe, te están tratando de matar. Y no solo los de afuera.
Eiden entreabre los ojos.
Eiden (susurrando):
—¿Quién…?
Max gira hacia Lia.
Max:
—No se lo digas. Está débil.
Eiden mueve la cabeza, terco como siempre.
Eiden:
—Decímelo…
Max suspira.
Max:
—Las órdenes para enviarte a Kurotsume nunca salieron de Thomas.
Alguien las falsificó.
Alguien dentro de la base quería mandarte al matadero.
Lia se tapa los labios con la mano.
Eiden cierra los ojos. Respira hondo… aunque le duela.
Eiden:
—Entonces… van a intentar de nuevo.
Max aprieta los dientes.
Max:
—Por eso te van a mover al Ala Sur. Lugar más seguro.
Pero primero… vamos a averiguar quién nos está traicionando.
Eiden intenta incorporarse, pero el dolor lo aplasta contra la camilla.
Lia lo detiene con ambas manos.
Lia:
—Por favor… confía. No te muevas.
Él la mira.
Su rostro se suaviza.
Eiden:
—Está bien…
Pero si vienen… yo lucho.
Lia, sin querer, sonríe un poquito.
Max niega con la cabeza con una pequeña risa cansada.
Max:
—Sos un desastre… pero un desastre valiente.
Cuando Max va a irse para hablar con Thomas…
BRAM.
La base tiembla.
Un estruendo metálico sacude los pasillos.
Las luces parpadean tres veces… y se apagan.
La oscuridad traga todo.
Se escucha una alarma escalofriante.
UUUUUUUUUUUHHHH
Lia se sobresalta y protege a Eiden con su cuerpo.
Max mira hacia el techo.
Max:
—No… no puede ser tan rápido.
Un altavoz chisporrotea.
Voz del sistema:
—⚠ Infiltración detectada en la zona norte.
⚠ Unidades de protección, no salir al pasillo.
Lia traga saliva.
Lia:
—Max… ¿qué está pasando?
El capitán aprieta el mandoble que lleva a la cintura.
Max:
—No es una infiltración.
Es una entrada autorizada.
Eiden:
—¿Qué…?
Max baja la voz.
Max:
—La cúpula ya se enteró de que sobreviviste.
Y mandaron a alguien… importante.
En ese instante, el techo cinco habitaciones más adelante…
SE DESGARROTA COMO PAPEL.
¡KAAAA-RAAAASH!
Del agujero cae una sombra enorme.
Alta.
Cubierta de una capa negra con símbolos dorados.
Un casco con cuernos inclinados hacia atrás.
La placa en el pecho…
brilla con un emblema que solo los altos rangos poseen:
UN COMANDANTE ÉLITE.
Camina con pasos lentos.
Como si supiera exactamente dónde está Eiden.
Max retrocede un paso.
Lia siente un escalofrío.
Eiden, apenas consciente, siente el aire volverse pesado.
La sombra habla con voz grave, tranquila, casi educada.
Comandante Élite:
—Vengo por el chico.
Max gruñe.
Max:
—Deberías haber mandado un escuadrón entero.
Solo no vas a pasar.
El Comandante inclina la cabeza.
Comandante:
—No vine solo, Capitán.
Solo vine primero.
Un coro de pasos comienza a escucharse por todos los pasillos.
Lia toma aire, temblando.
Lia:
—Max… estamos rodeados.
Max se prepara.
Eiden intenta levantar el torso, pero su cuerpo no responde.
El Comandante mira a la camilla y sonríe levemente bajo el casco.
Comandante:
—Te quisieron muerto una vez.
Hoy… lo voy a terminar yo mismo.
La ciudad seguía retumbando por los ecos de la batalla.
Eiden, Max y Lia corrían entre escombros cuando una presión brutal cayó sobre ellos… como si el aire se volviera concreto.
—¡No… esto no es normal! —dijo Max, tragando saliva.
Un hombre apareció caminando entre el humo. Su capa roja estaba intacta, ni una sola mancha, como si el caos ni lo tocara. Sus ojos fríos recorrían la calle, evaluando todo como si ya supiera quién iba a morir primero.
Era un Comandante.
Un monstruo con forma humana.
—Ustedes… son los responsables del ruido —dijo con voz tranquila, demasiado tranquila.
Max dio un paso adelante, aunque temblaba.
Sabía que él no tenía ninguna chance… pero retroceder frente a sus amigos era peor.
—Soy yo el que buscás. Dejá que ellos se vayan.
El Comandante inclinó la cabeza, casi divertido.
—Un teniente hablándome como si importara. Qué pérdida de tiempo.
Y en un parpadeo… desapareció.
Max apenas alcanzó a cruzar los brazos antes de ser lanzado contra una pared, rompiéndola como si fuera papel.
—¡MAX! —gritó Lia corriendo hacia él.
El Comandante volvió a aparecer detrás de Eiden, tan cerca que el chico sintió su respiración.
—Tu energía… es rara. Débil, pero… diferente.
Eiden sintió miedo, sí. Pero también la determinación que siempre lo levantaba. Apretó los puños… aunque sabía que no servía de nada.
El Comandante levantó la mano para aplastarlo.
Y justo ahí…
⭐ La primera sorpresa del grupo
Un estruendo enorme atravesó la calle.
Un haz azul cayó desde un edificio y golpeó al Comandante en el costado, empujándolo unos centímetros.
No era mucho… pero era suficiente para que Eiden escapara hacia atrás con Lia.
En la terraza apareció Riku, respirando agitado y temblando por el retroceso del arma que llevaba.
—¡¿Qué hacen ahí parados?! ¡Ese tipo no es humano!
Max se levantó tambaleando, con sangre en la boca pero con una sonrisa torcida.
—Bien ahí, Riku… aunque creo que lo enojaste.
El Comandante miró la dirección del disparo, no sorprendido… sino divertido.
—Interesante. Tres insectos… que intentan morder.
⭐ Segunda sorpresa: Max usa su cabeza
Max sabía una cosa: no podían derrotarlo, pero sí engañarlo.
—Riku, el plan —dijo Max entre dientes.
Riku entendió al instante.
Eiden y Lia se prepararon, aunque no sabían cuál era el plan todavía.
El Comandante volvió a desaparecer.
Un parpadeo.
Un impacto.
Pero esta vez, Max no fue mandado a volar.
Se agachó justo antes del golpe, como si lo hubiera leído.
—¿Cómo…? —susurró el Comandante.
Max sonrió.
—No tengo tu fuerza… pero tengo memoria. Tus movimientos son limpios, repetís tres patrones. Soy lento, pero no estúpido.
El Comandante levantó la mano para pulverizarlo.
Y ahí cayó la tercera sorpresa.
⭐ La trampa
El suelo bajo el Comandante se desmoronó.
Literalmente.
Riku había preparado cargas explosivas improvisadas hace minutos, mientras los otros peleaban.
El Comandante cayó dentro de un pozo profundo que había sido una red de alcantarillado destruida.
Lia usó su energía para cerrar el agujero con una capa de tierra reforzada, casi como un sello.
—¡EIDEN, AHORA! —gritó Max.
Eiden activó su energía débil pero persistente, y golpeó el suelo. Su poder tenía una habilidad única: hacer más densos los materiales que tocaba durante unos segundos.
El sello de tierra se volvió tan duro como acero.
El Comandante quedó atrapado.
No vencido… pero retrasado.
El suelo empezó a vibrar.
Un puño golpeó desde adentro, agrietándolo.
—¡Corran! —dijo Max, agarrando a Eiden y tirando de él.
Y corrieron.
Los cuatro.
Sin mirar atrás.
Porque esa era la victoria real contra un monstruo así: sobrevivir.
Un segundo golpe partió el sello.
Una tercera explosión lo abrió por completo.
El Comandante salió del agujero con el traje rasgado por primera vez.
Su expresión… ya no era tranquila.
—Interesante —murmuró—. Muy interesante. Les daré una cacería de verdad.
Y la escena termina con él mirando a la ciudad, siguiendo las huellas de los chicos mientras ellos escapaban con lo poco que les quedaba de fuerza.
El equipo corría entre callejones destruidos. No había tiempo para respirar.
Max sangraba, pero seguía adelante empujando a Eiden.
Riku miró hacia atrás… y se puso pálido.
—No… no puede ser tan rápido.
Una silueta roja avanzaba saltando entre los techos, cada salto dejando una onda expansiva que hacía temblar toda la calle.
Era el Comandante.
Y ahora ya no estaba “probando”.
Ahora estaba cazando.
—¡Métanse acá! —gritó Riku señalando la entrada semi derrumbada de una fábrica abandonada.
El grupo entró y Max pateó una puerta metálica para usarla como barricada.
—No va a detenerlo… —susurró Lia, temblando.
—Lo sé… pero necesitamos un segundo. Uno solo —respondió Max.
Eiden se inclinó para ayudar a Max, pero Max lo agarró por la camisa.
—Eiden. Escuchame… si él entra, yo lo distraigo y ustedes corren por la salida trasera.
Eiden abrió los ojos como si le clavaran algo.
—¡¿Pero qué decís?! ¡¡Te va a matar!!
—Tal vez —dijo Max, apretando los dientes—. Pero si caés vos, cae la misión, cae nuestro equipo… cae todo lo que Azu creyó que ibas a lograr. Vos entrenaste por esto. No para ganarle hoy… pero sí para sobrevivir.
Lia empezó a llorar en silencio.
Riku miró al piso, apretando los puños.
Un golpe seco retumbó afuera.
La puerta que habían usado como barricada voló por los aires.
El Comandante entró caminando.
—Interesante. Se escondieron. Pensé que tendrían más espíritu.
Max avanzó, levantando sus brazos heridos.
—Yo soy tu pelea. Ellos no tienen nada que ver.
El Comandante lo observó… y sonrió por primera vez.
—Valiente. Pero inútil.
Y desapareció.
Un instante después apareció detrás de Max.
Max no llegó a reaccionar.
Un golpe al estómago lo levantó del suelo, sacándole el aire.
Otro golpe lo lanzó contra una columna.
Eiden gritó su nombre y quiso correr… pero Lia lo agarró con todas sus fuerzas.
—¡Si vas, morís! ¡No podés!
Riku temblaba.
Max tosía sangre. Su cuerpo apenas respondía.
El Comandante caminó hacia él, levantando la mano para destruirlo.
—No te guardo rencor. Fuiste valiente.
Pero antes de tocarlo… un disparo rebotó en su cuello.
Después otro.
Y otro.
Riku había abierto fuego con un arma improvisada hecha con piezas de la fábrica.
Las balas no lo herían, pero lo molestaban suficiente para que Max intentara levantarse.
—¡¡Riku, basta!! —gritó Eiden.
—¡No! ¡No voy a dejar que lo mate!
El Comandante levantó la vista, irritado.
—Ese ruido… me molesta.
Y con un movimiento mínimo, un corte de energía salió de su mano.
Invisible.
Silencioso.
Letal.
Riku no alcanzó a reaccionar.
Pero Max sí.
Se lanzó hacia él y lo empujó al piso… recibiendo el impacto en su propio hombro.
La sangre saltó en un chorro.
Eiden gritó:
—¡¡MAX NOOO!!
Max cayó de rodillas, el brazo colgando sin fuerza, casi destrozado.
—T… te dije que corrieras, tarado… —murmuró antes de desplomarse.
Lia corrió hacia él.
Eiden apretó los dientes tan fuerte que sintió que se le iban a romper.
Entonces pasó algo nuevo.
⭐ El despertar
Una energía desconocida salió de Eiden.
La fábrica entera vibró.
El Comandante se detuvo por primera vez, interesado.
—Ese poder… ¿qué es?
Eiden dio un paso al frente.
Su cuerpo temblaba, pero no por miedo… sino por un impulso interno, algo que él mismo no entendía.
Sus ojos brillaban con una luz débil pero profunda.
No era fuerza.
No era velocidad.
Era algo… más viejo.
Más raro.
—No te voy a dejar tocar a mis amigos —dijo Eiden, con la voz firme.
El Comandante parecía encantado.
—Perfecto. Mostrame qué sos capaz de hacer.
Eiden levantó los puños, y la escena termina justo cuando los dos chocan en el centro de la fábrica, levantando una nube de polvo que cubre todo.
La nube de polvo seguía levantada.
El Comandante salió caminando del choque con Eiden… sin un rasguño.
Eiden cayó de rodillas, respirando duro, casi desmayado.
Lia corrió a atraparlo.
—¡No puede seguir así!
El Comandante avanzó despacio, como un juez acercándose a su veredicto.
—Interesante intento. Pero no estás listo, chico.
Cuando levantó la mano para terminar con él…
Un latigazo de viento atravesó la fábrica, golpeándolo en la cara y haciéndolo retroceder por primera vez.
El Comandante levantó una ceja.
—¿Mm?
Una figura bajó desde una viga metálica del techo, cayendo con elegancia.
Tenía un abrigo negro largo, una máscara simple que tapaba media cara y un arma extraña en la mano: una especie de sable corto, envuelto en energía.
Su voz era grave, tranquila.
—No toques a ese chico.
Max, tirado en el piso y medio inconsciente, alzó la vista con una sonrisa débil.
—Jaja… viejo traidor… ¿por fin vas a dejar de esconderte…?
La figura misteriosa respondió sin mirarlo:
—Siempre estoy donde tengo que estar, Max.
Lia, Riku y Eiden lo miraban sin entender.
El Comandante observó al recién llegado con cierto… respeto.
—Vos… tu energía… sos Teniente.
—Al mismo nivel que Max —respondió el enmascarado—. Y a diferencia de vos… yo no subestimo a los míos.
El Comandante sonrió.
—Perfecto. Dos tenientes de golpe. Esto se pone entretenido.
⭐ La combinación
Max se incorporó como pudo, apoyándose en una columna.
Le sangraba medio cuerpo, pero al ver al enmascarado se iluminó.
—Dame… solo un segundo —dijo Max entre jadeos.
El misterioso aliado asintió.
—Seguís usando tu técnica de impacto cruzado, ¿no?
Max sonrió, orgulloso aunque estaba por desmayarse.
—La mejoré.
El Comandante se lanzó hacia ellos a velocidad absurda…
Pero esta vez, los dos tenientes se movieron a la vez.
Golpe 1: El Corte Fantasma
El enmascarado apareció detrás del Comandante con un corte rápido y limpio.
Una línea roja se abrió en su espalda.
El Comandante se tocó la herida… sorprendido.
—Me hirieron…
Golpe 2: El Impacto del Dragón
Max cargó su brazo bueno con todo lo que le quedaba.
Su energía explotó como fuego alrededor del puño.
Golpeó justo en la misma herida que había hecho el enmascarado.
El Comandante salió volando, chocando contra una máquina enorme que se derrumbó encima.
Un segundo de silencio.
Riku se quedó duro.
Lia tapó la boca.
Eiden, aún de rodillas, apenas podía creerlo.
—Lo… lo hirieron en serio… —murmuró.
⭐ El retiro obligado
Entre los escombros, el Comandante se levantó.
Su traje estaba destrozado, y había sangre en su boca.
Era la primera vez que alguien de ese nivel lo hacía retroceder en años.
—Muy… interesante —dijo limpiándose la cara—. Dos tenientes coordinados… y un chico con un poder desconocido…
Su sonrisa era inquietante.
No estaba enojado.
Estaba intrigado.
—No tengo orden de morir hoy. Así que…
Desapareció en un destello rojo.
La fábrica quedó en silencio.
⭐ La revelación
Riku se dejó caer al piso.
Lia abrazó a Eiden, que todavía temblaba.
Y Max… caminó tambaleando hacia el enmascarado.
—Hermano… gracias.
El enmascarado le dio un golpecito suave en la frente.
—No te muras todavía. Me das mucho trabajo.
Se quitó la máscara.
Era un joven de unos 20 y pico, serio, con mirada filosa, claramente alguien que había visto demasiadas batallas. Su presencia imponía respeto.
—Soy Kael —dijo mirando al grupo—. Desde hoy… peleo con ustedes.
Eiden lo miró con admiración, cansancio y un poquito de esperanza.
Porque por primera vez en todo ese infierno…
No estaban solos.
