⭐ capitulo 20 – “Los Que Escapan y el Juramento del Caído”
Final del Primer Arco – Kuchiyuku Ōkoku
Continuación inmediata
El bosque está quieto.
Demasiado quieto.
Solo el goteo de la sangre de Max mancha las raíces como una firma trágica.
Lia muerde su labio para no gritar otra vez.
Riku corre a su lado con las piernas temblándole.
Kael va adelante, cargando a Eiden, inconsciente, aferrado a la vida.
Cada paso es una puñalada de culpa.
Kael, con la voz quebrada:
—No miren atrás. ¡No miren atrás!
Pero Riku… lo hace.
Aunque sabe que no debe.
Aunque sabe que no puede.
Gira apenas el cuello.
Y lo ve.
A lo lejos… la figura de Max desplomada, inmóvil.
Y al lado… Zathes, erguido como un monumento al infierno.
Riku traga saliva.
—Lia… Max…
Lia le agarra la mano. Fuerte.
—Lo sé…
Su voz se rompe como cristal.
—Lo sé, Riku… pero si nos detenemos… ¡él muere al pedo!
El bosque se vuelve un laberinto vertiginoso.
Las ramas golpean.
Las raíces casi los hacen caer.
El aire es un azote frío.
Y entonces…
Un estallido.
Una onda de choque.
Un rugido no humano.
Zathes se está moviendo.
Kael lo siente antes de escucharlo.
Una presión aplastante a sus espaldas.
Un poder que hace que su estómago caiga como una piedra.
Kael:
—¡No puede ser! ¡Ya viene!
Riku mira atrás otra vez y casi se le apaga el alma.
Entre los árboles, avanzando con calma, con pasos largos que rompen el aire…
Zathes.
No corre.
No necesita.
Cada paso suyo es como si el bosque retrocediera solo para darle espacio.
Zathes, con voz tranquila, casi amable:
—Ya es suficiente. Entréguenme al chico… y al menos uno de ustedes conservará la vida.
Lia se da vuelta, sudando, llorando, pero firme.
—¡Andate al demonio!
Zathes suspira.
—Qué pena. Pensé que después de ver morir a su maestro, habrían aprendido a medir fuerzas.
Y entonces…
Desaparece.
Kael casi se detiene del susto.
—¡¿Dónde—?!
Un sonido corta el aire.
Como un trueno infinito.
Zathes aparece delante de ellos.
Quieto.
Bloqueando el camino.
Riku choca contra un árbol del susto.
Lia se frena en seco.
Kael, con reflejos de soldado élite, gira para tomar una ruta lateral…
Pero Zathes ya está ahí.
Zathes:
—No huyan más.
Aunque… admiro el valor.
Su mirada cae sobre Eiden, inconsciente en los brazos de Kael.
—Ese chico… cambiará el orden del mundo. No puedo dejarlo vivir libre.
Lia aprieta los puños vendados.
—¡No lo vas a tocar!
Zathes inclina apenas la cabeza.
—Si fueran tres más como Max… quizá.
Kael retrocede un paso… solo para chocar contra un tronco.
No hay salida.
No hay salvación.
Riku, temblando:
—Kael… ¿qué hacemos?
Kael baja la mirada.
Respira hondo.
Y toma una decisión que no le gusta, pero que un soldado debe tomar.
—Voy a pelear…
Su voz tiembla.
—No para ganarle… sino para abrir el camino.
—Llévense a Eiden. Corran aunque yo no vuelva.
Riku palidece.
—Hermano… te va a matar.
Kael sonríe apenas.
—Eso pensaba Max también… y aun así lo hizo.
Los hombres así… enseñan más muriendo que miles viviendo.
Lia le toma el brazo.
—Kael… ¡no!
Kael la suelta suavemente.
—Gracias. Por cuidarlo siempre.
Luego da un paso adelante.
Zathes cruza los brazos, curioso.
—¿Vos vas a enfrentarme?
Kael asiente.
—No para derrotarte… sino para retrasarte.
Zathes sonríe.
—Ah… como tu maestro.
Kael aprieta los dientes.
—Sí. Como él.
Entonces carga.
Un rugido.
Un salto.
Un golpe directo al rostro del monstruo.
Zathes ni se mueve.
Pero su ceja… se levanta apenas.
—Valiente.
Su mano se levanta como una sentencia.
—Insuficiente.
Kael siente la muerte en la nuca.
Pero en ese instante…
El suelo se abre.
No literalmente.
Sino en un temblor inmenso, brutal, como si una fuerza profunda respondiera a algo.
Un aura.
Débil, pero real.
Atravesando el bosque como una exhalación divina.
No es Max.
No puede ser.
Zathes gira apenas la cabeza.
—…¿Qué es esto?
Lia y Riku también lo sienten.
Como un latido.
Como un susurro.
El cuerpo de Eiden… comienza a emitir un pulso dorado.
Cada pocos segundos.
Un ritmo débil, pero puro.
Lia tapándose la boca:
—Eiden… está reaccionando…
Kael se queda inmóvil.
Zathes sonríe, fascinado.
—Ah… entonces despertaste… Elegido.
El aura se expande.
Un viento dorado mueve las hojas.
La tierra vibra.
Incluso herido, inconsciente, medio muerto, Eiden está… rechazando la presencia del Comandante.
Zathes da un paso adelante, emocionado.
—Perfecto. Perfecto.
—Mostrame ese poder… despertate, chico.
Pero entonces…
El pulso se corta.
La luz desaparece.
Como si Eiden dijera:
“No. Todavía no.”
Zathes frunce el ceño.
—¿Se contuvo? ¿A propósito?
Kael retrocede, tomando ventaja del mínimo desconcierto.
—¡Ahora! ¡CORRAN!
Lia y Riku se lanzan hacia el camino lateral.
Kael los sigue, cargando a Eiden.
Zathes mira un segundo la huida.
No con furia.
No con apuro.
Con interés.
Como un cazador disfrutando de la persecución.
—Está bien…
Camina hacia adelante, tranquilo.
—Vamos a seguir el juego un rato más.
El bosque se llena de sus pasos.
De su sombra.
De una cacería ya escrita.
Mientras atrás… en la lejanía…
el cuerpo de Max yace inmóvil.
Pero su sacrificio…
ya cambió todo.
El bosque se traga el eco de la muerte de Max.
No queda más que viento… y pisadas desesperadas.
Kael corre con Eiden en brazos, Lia y Riku detrás.
El chico inconsciente respira con dificultad, como si cada inhalación fuera un hilo a punto de cortarse.
Lia: —¡Kael! ¡No va a aguantar! ¡Se muere!
Riku tropieza, pero sigue adelante, empapado en lágrimas y sudor. —¡H-Hay algo que podamos hacer! ¡Cualquier cosa!
Kael aprieta los dientes.
Sus ojos ya no muestran miedo.
Muestran una decisión que venía cargando desde hace años.
Kael: —Sí… hay algo.
Se detiene de golpe. Lia: —¡¿Qué hacés?! ¡Nos va a alcanzar!
Kael deja a Eiden suavemente en el suelo.
El aire alrededor comienza a vibrar… como si el bosque contuviera la respiración.
Kael: —Eiden… perdoname por lo que voy a hacer.
Pero tu camino… nunca fue en este mundo.
Lia lo mira con horror. —¡Kael! ¡No! ¡Él no está listo! ¡Es un chico!
Kael: —Y por eso… necesita ir a donde debe estar.
El único lugar donde puede volverse… lo que está destinado a ser.
Riku: —¿A dónde? ¿A dónde lo vas a mandar?
Kael extiende ambas manos.
Su aura cambia de color. Una mezcla de azul y blanco, como si el cielo hubiera bajado a posarse en sus dedos.
El suelo se quiebra en un círculo perfecto.
Luz brota, girando como un torbellino.
Un portal.
Rugiente.
Salvaje.
Exigiendo sacrificio.
Lia retrocede con los ojos abiertos. —Kael… ¿ESTÁS LOCO? Ese portal… ¡ese portal no lleva a ningún lugar seguro!
Kael, con una serenidad dolorosa: —No dije que fuera seguro.
Dije que ahí… él puede convertirse en leyenda.
Lia respira hondo.
Su corazón se rompe.
Su mandíbula tiembla.
Riku agarra a Eiden por los hombros. —Hermano… ojalá pudiera ir con vos…
Kael levanta el cuerpo inconsciente del chico.
Lo mira por última vez.
Kael: —Hiciste todo lo que pudiste. Más de lo que cualquiera esperaba.
Ahora… seguí tu verdadero camino.
Y con un empujón firme, casi ceremonial…
Eiden cae dentro del portal.
La luz lo traga.
Desaparece.
El portal se cierra con un estruendo que retumba en las raíces del bosque.
Un silencio extraño llena el ambiente.
Como si el mundo acabara de perder algo… y ganar algo mucho más grande.
Lia cae de rodillas. —Eiden… Eiden…
Riku aprieta los puños con rabia. —¡No puedo creer que lo enviamos solo! ¡No puedo!
Kael los obliga a levantarse. —No tenemos ni un segundo.
Él está a salvo… por ahora.
Nosotros no.
Los tres vuelven a correr.
A lo lejos…
Zathes
Se limpia la sangre de su guante con desinterés.
—Qué inconveniente… —murmura—. Ahora sí… a por el chico.
Da un paso adelante—
Pero un pitido suena en su comunicador.
Zathes frunce el ceño y lo activa.
Voz desconocida, fría, mecánica, casi sin vida: —Comandante Zathes. Informe inmediato.
¿Capturó al elegido?
Zathes mira el bosque.
—Negativo.
Hubo… complicaciones.
Un silencio largo se escucha del otro lado.
Como si esa voz supiera exactamente qué “complicaciones” significan cuando Zathes las dice.
Voz: —Entendido.
Suspenda la persecución.
Prioridad nueva:
Reunión urgente.
Los superiores lo requieren… ahora.
Zathes alza una ceja, ligeramente irritado.
—¿Quién sos vos para darme órdenes?
La radio chisporrotea.
La voz baja el tono…
Y por primera vez, incluso Zathes siente un ligero escalofrío.
Voz: —Soy el que decide… si tu cabeza sigue unida a tu cuerpo.
Vení. Ya.
La comunicación se corta.
Zathes respira profundo.
—Interesante… —sonríe con los labios torcidos—. Muy interesante.
Se da vuelta.
Ya no sigue a Kael.
No sigue a nadie.
Porque lo esperan.
Y cuando uno de los Tops llama…
Incluso un Comandante obedece.
¡
“Sin Tiempo para Lamentos – Los Tops Descienden”**
La noche cae como un manto pesado mientras Kael, Lia y Riku atraviesan los portones de la base secundaria.
Las luces parpadean.
Hay humo.
Soldados corriendo por todas partes.
Órdenes gritando de un lado al otro.
Es el caos.
La base principal—
la que había protegido a cientos—
ya no existe.
Y la secundaria está apenas aguantando.
Emily aparece entre la multitud, preocupada, con el rostro marcado por la tensión del combate continuo.
—¡Lia! ¡Riku! ¡Kael! —corre hacia ellos—. ¿Dónde están… Max? ¿Y Eiden?
Los tres se detienen.
Lia mira al suelo.
Riku aprieta los dientes.
Kael cierra los ojos.
Ni una palabra.
Emily entiende.
Todo le cae encima como una ola helada.
Pero la mandíbula no le tiembla.
La mirada no se rompe.
Emily: —…Entiendo.
Un soldado aparece corriendo.
—¡Emily! ¡Te están llamando ya! ¡Sala de reuniones urgente! ¡Los eventos se están desbordando!
Emily asiente, pero antes de irse mira a los jóvenes.
—No tenemos tiempo para llorar. No ahora.
Pero después… prometo que vamos a honrarlo.
Lia intenta abrir la boca, pero no sale nada.
Riku simplemente asiente, con rabia contenida.
Kael, más firme: —Vayan. Los van a necesitar.
Emily se marcha hacia la sala de reuniones con pasos rápidos, casi militares.
La sala está llena.
Caras duras.
Ojos sin sueño.
En la pantalla holográfica aparecen mapas.
Puntos rojos.
Demasiados.
Thomas entra apurado, sin aliento.
Thomas: —Emily… ¿dónde está Max? Necesitamos su visión. Y Eiden… ¿dónde está el elegido?
Emily traga saliva…
y dice la verdad.
Emily: —Max… cayó en combate.
Y Eiden… está fuera de nuestro alcance.
Pero vivo.
Un silencio seco llena el cuarto.
Algunos se tapan la boca.
Otros cierran los puños.
Pero hay una que no se inmuta.
Brisa.
Tiene los brazos cruzados, la mirada fría, analítica.
Brisa: —No podemos detenernos a llorar a Max.
Él eligió su camino.
Sabía que se estaba enfrentando a un Comandante.
Si atacó… fue su responsabilidad.
Thomas se gira, indignado.
Thomas: —¡Brisa, ese hombre salvó a cientos! ¡Y murió protegiendo a Eiden!
Brisa lo mira sin emoción.
Brisa: —¿Y qué cambió con su sacrificio?
¿El enemigo se detuvo?
¿El Top frenó?
¿La ciudad dejó de arder?
Emily intenta contener la furia de los demás.
Emily: —Brisa… podrías mostrar un poco de respeto.
Brisa suspira y baja el tono.
Brisa: —Respeto lo que hizo.
Pero no voy a endulzar la realidad:
Estamos perdiendo.
Y el sacrificio de un solo hombre no va a revertir lo que se viene.
La pantalla cambia automáticamente.
Las ciudades más grandes del continente aparecen destruidas.
Una tras otra.
Torres caídas.
Columnas de humo.
Rutas bloqueadas.
Voceros civiles llorando.
Soldados retirándose.
Un dron muestra algo peor:
Tops caminando entre las ruinas.
Levantando edificios con una sola mano.
Arrastrando a la gente.
Subyugando barrios enteros.
Thomas apoya las manos en la mesa.
Thomas: —Esclavitud… en pleno siglo 21…
Emily asiente, la voz firme pero herida.
Emily: —Los Tops están tomando ciudades enteras.
Convirtiendo poblaciones en esclavos.
Y los gobiernos…
están cayendo uno tras otro.
Otro comandante golpea la mesa.
—¡Necesitamos a Max ahora más que nunca!
Brisa lo mira directo a los ojos.
Brisa: —Max murió luchando contra un solo Comandante.
¿De verdad creés que estaba listo para un Top?
La verdad es dura, pero es verdad.
Emily suspira, cansada.
Emily: —Lo que importa ahora…
es que Eiden sigue vivo.
Y si él logra regresar…
será la única luz que nos quede.
Una tensión profunda llena la sala.
Los mapas, las ciudades destruidas, la humanidad cayendo…
Todo es demasiado.
Pero la reunión recién empieza.
Porque ahora…
hay que decidir cómo enfrentar el comienzo del fin.
