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Chapter 22 - Capítulo 22 — Parte 1“El SILENGIO QUE FORJA"

📜 Capítulo 22 — Parte 1

“El SILENGIO QUE FORJA"

(Arco: Del Renacer Caído)

🌑 OTRO MUNDO — DONDE LOS PASOS DUELEN

Eiden avanzaba torpemente entre las rocas vivas.

Cada una latía bajo sus botas, como si el suelo tuviera un pulso propio, distinto al suyo, más profundo, más antiguo.

Su respiración seguía siendo áspera, espesa… como respirar ceniza mezclada con metal caliente. Aun así, cada inhalación lo hacía sentir un poco más despierto, más consciente… más afilado.

—No puedo… detenerme —susurró, apoyándose en una roca que vibraba como un corazón cansado.

El hueco por donde había escapado de la criatura se cerró atrás de él, dejando un sonido seco, como huesos rompiéndose.

Eiden se estremeció.

“Este mundo… no quiere que vuelva atrás.”

El viento falso volvió a soplar.

Ese sonido hueco, vacío, que no era viento pero quería serlo… y que hacía que los nervios de Eiden se tensaran como cuerdas demasiado estiradas.

De pronto…

crack… crack…

Algo caminaba a la izquierda.

No era la criatura anterior.

Este sonido era distinto: lento, arrastrado… pesado.

Eiden tragó saliva.

Su cuerpo reaccionó antes que su mente.

Se agachó detrás de una formación de rocas negras que parecían costillas gigantes saliendo de la tierra.

Asomó apenas un ojo.

Y ahí estaba.

Un coloso de hueso y sombra.

Dos metros de altura.

Una espalda arqueada como un animal herido.

Piernas gruesas, brazos largos, manos enormes… pero sin dedos.

Eran como extremidades terminadas en cuchillas abiertas.

En el pecho tenía un hueco, como si le faltara un corazón… pero ese vacío brillaba con una luz rojiza, como si algo dentro estuviera intentando nacer.

Eiden sintió el aire estirarse, como si la criatura absorbiera el entorno al respirar.

—Otra vez… —susurró, temblando.

Pero esta…

Esta no estaba explorando.

Estaba cazando.

Y no cazaba al azar.

Cazaba algo pequeño.

Algo débil.

Algo como él.

Eiden retrocedió un paso… y pisó una roca que se quebró bajo su peso.

CRACK.

El sonido fue demasiado fuerte en ese silencio extraño.

La criatura giró la cabeza con un latido seco.

Un giro rápido, antinatural… como si el cuello estuviera suelto.

Eiden se congeló.

El coloso se acercó un paso.

Después otro.

El suelo temblaba.

—No… no puedo… —Eiden apretó los dientes—. ¡No puedo pelear contra eso!

Corrió.

El suelo vibró cuando el monstruo lo siguió.

Las cuchillas de sus brazos se arrastraban dejando surcos brillantes, como si cortara el aire mismo.

Eiden saltó entre rocas, su cuerpo respondiendo ligeramente mejor que antes, pero no lo suficiente.

—¡Vamos, cuerpo! ¡DALE! —gritó mientras esquivaba un golpe que abrió un agujero enorme en la tierra.

Saltó detrás de una roca grande.

Y entonces…

BOOM.

Un golpe la partió en dos.

Eiden cayó hacia atrás, rodando.

La criatura levantó su brazo-cuchilla.

Eiden solo alcanzó a levantar los brazos para cubrirse.

—¡NO!

La cuchilla descendió…

Y se detuvo a centímetros de su cara.

La criatura tembló.

Como si algo la hubiera… llamado.

Como si hubiera recibido una orden.

Su hueco del pecho brilló más fuerte.

Un sonido grave, como un latido podrido, brotó en el aire.

Eiden no entendía.

La criatura lo miraba…

pero no lo atacaba.

Como si lo reconociera.

Como si algo en él le impidiera matarlo.

—¿Qué… soy para vos? —susurró.

La criatura retrocedió dos pasos, lentamente, como un animal obediente.

Luego giró…

y se perdió entre las sombras del horizonte roto.

Eiden quedó jadeando.

Con sangre en los brazos.

Con las piernas temblorosas.

Con el corazón latiendo como si fuera a salirse.

Pero vivo.

Muy vivo.

Y sintió algo extraño en el pecho.

Un calor.

Una vibración débil.

Como si su cuerpo hubiera absorbido algo del monstruo al enfrentarlo.

Una chispa.

Un comienzo.

—“No soy fuerte…” —murmuró— “…pero este mundo quiere que lo sea.”

Respiró profundo ese aire espeso.

Y su vista se aclaró un poco más.

Su cuerpo respondió mejor.

Eiden apretó el puño.

Y avanzó.

🔥 BASE DELTA — DONDE LAS NOTICIAS QUEMAN

El ambiente estaba cargado.

Los pasillos vibraban con murmullos apagados.

Las luces parpadeaban como si temieran encenderse del todo.

Azu estaba en la sala de entrenamiento, brazos cruzados, mirando a los novatos.

—De acá en adelante —dijo con voz baja—, el que no pueda seguir el ritmo… queda afuera.

Riku tragó saliva, pero se mantuvo firme.

Lia cerró los puños.

Y Zeran, apoyado contra la pared, observaba todo con ojos fríos como ceniza.

Un soldado entró corriendo.

—¡Azu! ¡Comandante! —jadeó—. ¡Primer reporte de radar!

Zeran se enderezó.

—Habla.

El soldado tragó saliva.

—Uno de los Tops desapareció del mapa… pero no murió.

Azu levantó la ceja.

—¿Entonces?

El soldado mostró la pantalla.

Un punto rojo gigantesco…

que se movía en dirección al centro del continente.

Zeran murmuró, grave:

—Está buscando algo.

O a alguien.

Azu cerró los ojos un momento.

Y susurró, casi como un rezo invertido:

—Eiden… volvé rápido, enano tonto.

Porque este mundo se está quedando sin tiempo.

Eiden avanzaba sin mirar atrás.

No sabía si estaba vivo por suerte…

o porque algo —o alguien— lo necesitaba con vida.

El aire seguía pesándole en los pulmones, pero ya no tanto. Cada paso dejaba una marca más firme. Cada respiro dolía un poco menos.

Y entonces la vio.

Una grieta abierta en el suelo.

No como las otras.

Esta brillaba con un resplandor pálido, casi suave, como una luz lunar atrapada.

Eiden se acercó despacio.

La luz parecía llamarlo.

Atraerlo.

Tirarlo de la sangre.

Sintió un cosquilleo en los dedos.

Luego en el brazo.

Luego en el pecho.

—¿Qué sos…? —susurró.

La grieta respondió con un pulso.

Un latido.

Eiden dudó… pero extendió la mano.

Cuando sus dedos tocaron la luz…

¡THUM!

Un golpe sordo, como un corazón gigante despertando.

Sus ojos se abrieron.

La luz subió por su brazo como una corriente tibia, no dolorosa, pero sí profunda, como si entrara directamente en sus huesos.

Las memorias del monstruo anterior —sus pasos, su forma de moverse, su ritmo— aparecieron en su mente como destellos.

No visiones completas.

No poderes.

Pero sí instinto.

La voz del Otro Mundo habló dentro de su cabeza, sin palabras… solo un sentimiento:

“Aprendé para sobrevivir.”

Eiden cayó de rodillas, respirando agitado.

Pero cuando se levantó…

Algo había cambiado.

Su cuerpo ya no estaba temblando.

Sus sentidos estaban más despiertos.

Escuchaba más lejos.

Veía más claro.

Y su palma tenía una marca tenue.

Una línea luminosa que seguía el mismo color de la grieta.

—¿Una bendición…? —murmuró, mirando su mano—. ¿O una condena?

No tuvo tiempo de pensarlo.

Un grito agudo, metálico, se escuchó detrás.

Eiden giró.

Un enjambre de criaturas pequeñas —como insectos con cuerpos de cristal— bajaba desde las rocas altas, moviéndose como si compartieran una misma mente.

Decenas.

Cientos.

Y no buscaban comida.

Buscaban energía.

Buscaban la luz de la grieta… que ahora estaba en él.

Eiden apretó los puños.

—Tengo miedo… pero ahora entiendo cómo se mueven.

Uno saltó directo hacia su cara.

Eiden inclinó la cabeza tres centímetros.

Movimiento preciso.

Movimiento aprendido del monstruo.

Otro se lanzó hacia sus piernas.

Eiden saltó un poco, apenas lo justo.

Sentía su cuerpo respondiendo de una forma nueva… pero si fallaba una sola vez, lo iban a devorar vivo.

—No puedo pelear contra todos —tragó saliva—. Pero puedo esquivar. Puedo correr. Puedo vivir.

Y corrió.

Entre rocas.

Entre sombras.

Entre criaturas que chocaban contra el suelo, furiosas, al no poder atraparlo.

Eiden no era fuerte aún.

Pero ya no era indefenso.

🔥 BASE DELTA — EL INFIERNO EMPIEZA

El salón de entrenamiento tembló cuando Zeran golpeó el suelo con su lanza.

—¡Formación básica ya! —ordenó.

Riku trató de pararse firme… pero sus rodillas temblaban un poquito.

Lia respiró hondo, enfocada.

Azu cruzó los brazos, vigilándolos con atención feroz.

Zeran habló sin gritar, pero su voz sonaba a piedra rompiéndose.

—Quieren sobrevivir… así que empiecen por aceptar algo: la fuerza sin control no sirve. La fe sin acción no sirve. El coraje sin disciplina… mata.

Se acercó a Riku.

Muy cerca.

Riku tragó saliva.

Zeran lo miró como un verdugo examina una cuerda.

—Tu problema no es que seas débil —dijo—. Tu problema es que te creés inútil antes de pelear.

Riku apretó los dientes.

—Y-yo… yo solo…

Zeran le puso la mano en el hombro y lo empujó hacia atrás con un solo gesto. Riku cayó sentado.

—Ahí está —dijo Zeran—. Antes de que yo te golpeara, ya estabas cayendo.

Azu sonrió apenas, con ese tono burlón que usaba para esconder preocupación.

—Riku… si no creés en vos, ¿cómo vas a proteger a Eiden cuando vuelva? —le dijo—. Él nunca te dejó tirado. No lo hagas vos tampoco.

Riku bajó la cabeza.

Pero sus manos se cerraron en un puño firme.

—Tenés razón… —susurró—. No voy a fallar otra vez.

Zeran lo miró, esta vez con una chispa de aprobación.

—Ahora sí.

Arriba.

Que recién empieza el infierno.

Lia dio un paso adelante.

—Comandante… ¿qué debemos hacer primero?

Zeran giró su lanza.

La punta generó un pequeño arco eléctrico.

—Sobrevivir a esto.

Se acercó al panel y activó el “Modo Tempestad”.

Las paredes empezaron a disparar proyectiles de energía, rápidos y erráticos.

Riku palideció.

Lia respiró hondo.

Azu se colocó detrás, sin moverse.

Zeran sonrió apenas.

—Si no pueden esquivar esto… no van a esquivar un Top.

🌑 OTRO MUNDO — LA SOMBRA QUE OBSERVA

Eiden seguía corriendo…

pero el enjambre ya no lo seguía.

Se detuvieron todos al mismo tiempo.

Como si hubieran sentido algo más grande.

Eiden empujó una roca y se ocultó detrás, respirando entrecortado.

Y entonces la vio.

Una figura alta, delgada, formada de luz oscura, caminando entre las criaturas.

No tenía rostro.

No tenía ojos.

No tenía piel.

Era una silueta.

Un espectro del propio mundo.

Las criaturas retrocedían al verla.

Eiden sintió un frío profundo.

La figura se inclinó un poco, como si lo oliera.

Como si supiera que él estaba ahí.

—No… no me encontró… ¿o sí? —susurró Eiden, con la voz rota.

La sombra se quedó quieta un momento.

Luego movió un dedo, señalando la grieta a lo lejos.

Y murmuró una voz que no era voz:

“Fuiste elegido…

pero aún no sos digno.”

Y desapareció.

Eiden tembló.

No por miedo.

Sino por la confirmación:

Alguien —algo— lo estaba guiando.

Y también juzgando.

El aire está quieto, demasiado quieto.

Ni un insecto, ni un viento, nada.

Como si hasta el bosque hubiese entendido que lo que está por aparecer no pertenece ahí.

Eiden sigue limpiándose la sangre del labio mientras arrastra las piernas hacia el borde del cañón.

—Tengo que… avanzar…

El suelo bajo sus pies vibra.

No como un temblor…

Sino como si algo debajo estuviera respirando.

Una exhalación profunda.

Lenta.

Pesada.

Eiden se frena en seco.

El mundo queda en silencio.

Y ahí, desde esa oscuridad profunda del cañón, surge una voz que no se escucha con los oídos…

sino que entra directo al corazón.

LA VOZ

“Pequeño elegido…

¿eso es todo lo que vas a ofrecer?”

Eiden siente la piel erizarse.

La garganta se le seca.

El cuerpo le tiembla… pero sus piernas no se aflojan.

—¿¡Quién sos!? —grita, apretando el puño.

El viento sube desde abajo del cañón como un suspiro pesado.

“Soy quien observa lo que los otros destruyen.

Soy quien despierta lo que los débiles temen.

Y vos… vos sos apenas un fósil sin pulir.”

Eiden aprieta los dientes.

Le viene un rayo de furia mezclado con miedo.

—Callate… yo… yo voy a cambiar. Voy a volverme fuerte aunque tenga que morir acá.

La voz hace algo extraño…

Como si sonriera sin tener boca.

“Entonces demostralo.”

⚡ El ataque invisible

Un golpe.

Un impacto en el pecho.

Eiden sale disparado hacia atrás como si lo hubiera embestido un toro.

BOOM.

Contra el suelo.

Todo el aire sale de sus pulmones.

Siente que se le parte el esternón.

La criatura no salió.

La voz no se mostró.

Pero el ataque vino igual.

Eiden intenta levantarse, pero el cuerpo no responde.

La voz baja el tono, casi paternal… pero cruel.

“Tu padre protegió a un niño indefenso.

Vos no tenés ese lujo.

Acá, si no te parás… morís.”

Eiden aprieta los puños.

Las uñas se le clavan.

Algo en su cabeza late.

No miedo.

No rabia.

Determinación.

La misma que tenía cuando veía a su padre pelear contra un monstruo mil veces más fuerte.

—Si… —exhala— si querés que me pare…

¡ME VOY A PARAR!

El cuerpo le quema.

Pero se levanta igual.

Temblando.

Tosiendo sangre.

Con un fuego nuevo en los ojos.

Y la voz, por primera vez… calla.

Como si estuviera evaluándolo de verdad.

🔥 Base Delta — “El rezo de la noche”

Mientras Eiden enfrenta lo invisible, a miles de kilómetros…

Lia está apoyada contra una pared, con las manos vendadas.

Respira hondo.

Mira hacia arriba.

Riku duerme como un tronco tirado en el suelo, aún con barro en la cara.

Zeran está sentado lejos, afilando una lanza que parece más grande que él.

Azu… no está.

Se fue a entrenar sola, como siempre.

Lia junta manos vendadas como si orara.

—…Dios… —susurra con timidez—

no sé si escuchás oraciones de gente como yo.

Pero… si Eiden está vivo…

por favor… que aguante un día más.

Zeran abre un ojo, sin dejar de afilar.

—¿Orando por el flaco? —dice seco.

Lia se sobresalta un poco.

—S-sí…

Zeran deja la lanza a un lado.

—Entonces agregá algo más.

Lia parpadea, confundida.

Zeran mira hacia el cielo, serio como una estatua.

—Pedí que vuelva cambiado.

Porque si vuelve igual que cuando se fue…

lo van a matar otra vez.

Lia traga saliva.

—…¿Y vos qué pedís?

Zeran se levanta, ajustándose la armadura.

—Que no vuelva solo.

🌑 Regresamos con Eiden

Eiden queda firme, respirando como un animal acorralado…

pero listo para ir hacia adelante.

La voz finalmente habla, más suave… pero todavía dura.

“Bien, pequeño.

Si querés sobrevivir…

dame un paso más.

Y mirá lo que te espera.”

Los ojos de Eiden se alzan…

y, por primera vez, lo ve.

Algo empieza a asomarse desde la oscuridad del cañón.

Algo enorme.

Lento.

Antiguo.

No es un monstruo.

Es peor.

entrena”

Cuando la voz del abismo se apaga, el cañón vuelve a respirar por sí mismo.

Un viento seco sube desde abajo, llevando polvo y hojas muertas.

Eiden se queda quieto un largo rato.

Temblando.

Con el pecho todavía ardiendo del golpe invisible.

No sabe si avanzar o retroceder.

No sabe si la voz fue una criatura real, un espíritu o su propia mente rota.

Pero sí sabe algo:

En este mundo nadie lo va a salvar.

Se endereza, limpiándose la sangre de la boca con el dorso de la mano.

—Voy a sobrevivir… cueste lo que cueste…

El estómago le gruñe.

Hace más de un día que no come.

🌾 La primera búsqueda

Eiden se interna en el bosque siguiendo un riachuelo pequeño.

El agua está helada, pero limpia.

Se arrodilla y bebe con las manos temblorosas.

Ese primer sorbo…

Duele.

Pero lo mantiene vivo.

Sigue caminando, observando todo como un animal herido:

las huellas, los sonidos, las sombras.

Encuentra unas frutas silvestres, pequeñas y rojas.

Huelen raro.

Las mira, duda…

y se obliga a pensar.

—Comé despacio… poca cantidad… si es veneno… el cuerpo lo va a decir…

Come una.

La mastica con cuidado.

La lengua no arde, el estómago no protesta.

Come dos más.

Hace tiempo que nadie lo veía tomar decisiones con cabeza fría.

Ni él mismo.

🌙 Primer refugio improvisado

La noche cae rápido en ese mundo.

Demasiado rápido.

El frío se siente como agujas.

Eiden junta ramas, hojas y piedras para armar un refugio bajo la raíz caída de un árbol gigante.

No es cómodo.

No es seguro.

Pero es suyo.

Se envuelve con hojas secas.

La respiración forma vapor en el aire.

Ahí, en medio de ese silencio gigantesco, la mente empieza a jugarle en contra.

Imágenes de su padre cayendo.

La mano que intentó salvarlo.

El Top1 bajando del aire como un demonio vestido de humano.

La impotencia.

El llanto que nunca terminó de salir.

Eiden aprieta los dientes.

—No sos débil… no sos débil…

Se lo repite hasta dormirse.

🌫️ Amanecer brutal

El sol de ese mundo no calienta.

Quema.

Eiden se despierta con la garganta seca y la espalda rígida.

Pero vivo.

Y cuando se levanta… siente algo nuevo:

sus piernas ya no tiemblan tanto.

Su respiración es más profunda.

Su mirada es más alerta.

No es poder.

Es pura adaptación.

La supervivencia es un entrenador cruel…

pero eficaz.

🦴 El rastro

Al mediodía encuentra algo que lo deja helado:

Un hueso enorme, como de un animal gigante, partido a la mitad.

La marca del corte es limpia…

como si algo con garras afiladas lo hubiese abierto como papel.

Eiden toca el borde, con miedo.

—No estoy solo… —murmura.

Pero no lo dice con esperanza.

Lo dice con preocupación.

Porque en ese mundo…

estar solo es difícil.

Pero estar acompañado puede ser peor.

Aún así sigue caminando, más atento, más cuidadoso.

Ahora entiende que cada segundo allí es entrenamiento, aunque nadie se lo diga.

Eiden intenta hacer fuego con piedras y madera seca.

Fracasa una y otra vez.

Se enfurece, patea el suelo, pierde la paciencia.

—¡Dale! ¡Dale! ¡Hacelo!

Las manos le duelen.

Los dedos están llenos de tierra.

Los ojos le arden.

Intenta otra vez.

Las piedras chocan.

Una chispa salta… pero no alcanza.

Eiden se desploma sentado.

Resopla.

Se limpia la frente.

Respira hondo.

Y por primera vez en mucho tiempo…

sonríe apenas.

—Mañana va a prender… —susurra.

No es una frase épica.

No es poesía.

Pero es la actitud de un chico que está empezando a endurecer el alma.

La noche cae otra vez.

Silenciosa.

Fría.

Inmensa.

Eiden está sentado frente a unos palitos y hojas secas que todavía no consiguió encender.

Las manos le duelen, el cuerpo le pesa, y la soledad le muerde los huesos…

pero el chico mira al cielo como si estuviera mirando a un viejo amigo.

El cielo de ese mundo tiene estrellas raras, alargadas, como si fueran heridas de luz.

Eiden respira hondo.

Muy hondo.

Y junta las manos.

✝️ La Oración

—Dios… —dice en voz baja.

Su voz no tiembla.

Es firme.

Honesta.

—Sé que me estás escuchando… aunque esté en un mundo que no es el mío.

Cierra los ojos.

Siente el frío en los dedos.

Siente el estómago vacío.

Siente la tierra debajo, dura como la vida misma.

—Yo sé que vos… siempre me ponés pruebas.

No porque me quieras ver caer…

sino porque sabés que puedo pararme otra vez.

Se limpia una lágrima rápida, casi escondida.

—Y yo acepto estas pruebas, todas.

Las que duelen.

Las que me dejan sangrando…

las que me dejan solo.

Inclina la cabeza.

—Pero… por favor…

haceme más fuerte.

No por orgullo.

No por venganza.

Sino porque…

tengo que proteger a los que amo.

Y porque si no lo soy… la muerte de mi papá no va a significar nada.

Un silencio profundo lo envuelve.

La noche lo abraza.

Como si hasta el mundo mismo escuchara.

Eiden entreabre los ojos y agrega:

—Si este dolor es parte del camino…

entonces quiero caminarlo bien.

Dame fuerza…

y yo voy a poner el resto.

🔥 Algo cambia… pero no en el cuerpo

No hay luz divina.

No hay aura.

No hay despertar.

Nada fantástico.

Lo que cambia es interno:

Eiden abre los ojos con la mirada más seria que tuvo en toda su vida.

Es la expresión de alguien que ya no está rogando sobrevivir…

sino decidiendo sobrevivir.

Levanta una piedra.

Respira hondo.

Y vuelve a intentar encender el fuego.

CHAK.

CHAK.

CHAK.

Y en el cuarto intento…

Una chispa.

Pequeña.

Débil.

Tímida.

Pero viva.

Eiden sonríe.

—Gracias, Dios… —murmura—. Mañana voy a prender uno más grande.

La cámara se aleja.

El bosque oscuro alrededor.

El chico solo, pero con un puntito de luz frente a él.

Y su determinación ardiendo más fuerte que el fuego que no prendió del todo.

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