capítulo 21— 📜 "Cuando el cuando el mundo empieza a quebrarse"
Arco: 🔥 del renacer caído
“Cuando el mundo empieza a quebrarse”**
La Base Delta no parecía una base.
Parecía un hormiguero golpeado por una bota gigante.
Alarmas que lloraban, luces rojas batiendo sombras sobre las paredes, soldados corriendo como si el tiempo estuviera contado en granos de arena… y todos sabían que quedaban pocos.
Emily, Lia, Riku y Kael llegaron cubiertos de polvo, sangre vieja y cansancio. Ni bien cruzaron la entrada, un soldado se les plantó enfrente.
—¡Rápido, los necesitan adentro! —dijo, tenso, como si la orden pesara más que su uniforme.
No preguntaron. Siguieron.
A medida que avanzaban, veían pantallas mostrando ciudades ardiendo, mapas repletos de puntos rojos, y civiles apiñados en refugios improvisados. Las imágenes iban cambiando cada treinta segundos… y cada vez parecían peores.
Riku tragó saliva.
—Che… ¿desde cuándo las alarmas suenan así de feo?
Lia ni lo miró. Su rostro estaba firme, pero sus ojos tenían ese brillo de alguien que está a un suspiro de romperse.
Emily caminaba delante de todos, con el rostro serio y el paso seguro. Ella no se permitía temblar. No hoy.
Cuando llegaron al salón, Thomas ya estaba esperando. Y con él, varios soldados novatos que miraban alrededor como si hubieran sido arrancados de un sueño.
— Thomas, directo, sin rodeos.
El silencio cayó como una manta pesada.
Kael bajó la cabeza.
Lia cerró los ojos.
Riku apretó los dientes.
Emily respiró hondo.
Thomas entendió.
No necesitaba explicación… pero igual dolía.
—Dios mío… —susurró él, retrocediendo un paso.
Antes de que alguien pudiera responder, las pantallas gigantes del salón se encendieron de golpe.
Un operador gritó desde la cabina:
—¡Señores! ¡Los Tops están en movimiento! ¡No son ataques aislados… son invasiones!
Las imágenes aparecieron:
Una ciudad partida en dos por un solo golpe.
Un Top caminando entre edificios derrumbados como si fueran maquetas.
Civiles arrastrados con cadenas.
Militares huyendo, heridos.
Una torre entera cayendo con una explosión negra que parecía tener vida propia.
Emily se acercó, sin parpadear.
Kael frunció el ceño.
Riku sintió que el pecho se le hundía.
Lia apretó una cruz pequeña que llevaba escondida en el bolsillo.
Entonces, la voz del Comandante retumbó por los altoparlantes:
—Todas las unidades, reunión urgente en diez minutos.
Los Tops no están atacando…
Están tomando el mundo.
Las luces parpadearon.
El aire se volvió más frío.
Y ahí, justo en ese instante, todos lo sintieron en el pecho:
La guerra que conocían se acabó.
Ahora comenzaba algo peor.
*MIENTRAS TANTO EN EL OTRO MUNDO*
Eiden no despertó.
Fue empujado a la conciencia.
Primero sintió frío. Un frío que no era de este mundo: era un frío que parecía mirar, observar, medir.
Después, el sonido. No viento… sino algo que imitaba al viento, como si la naturaleza estuviera tratando de aprender a soplar.
Su respiración volvió abruptamente y Eiden se incorporó, tosiendo.
—¿Dónde… estoy? —murmuró, como si su propia voz lo asustara.
El suelo era extraño. No era tierra. Era como una mezcla entre roca y metal viejo, con grietas que parecían venas brillando débilmente debajo. La luz no venía de un sol claro; venía de un cielo partido en colores que nunca había visto… colores que parecían moverse, como si tuvieran intención.
Eiden se levantó despacio. Su cuerpo dolía, pero no como cuando peleó… dolía como si hubiera sido “reformado”.
Kael lo había enviado aquí, eso lo recordaba. Pero nada más.
Dio un paso.
En el segundo paso, escuchó algo.
No un rugido.
No un grito.
Era un sonido profundo, grave, como si una montaña respirara a la distancia.
Eiden tragó saliva.
Miró hacia la derecha… y las sombras se movieron. No había nada ahí, pero la sombra se estiró igual, como si algo enorme hubiera pasado frente a una luz que él no podía ver.
—Bien… —susurró—. No estoy solo.
Intentó calmarse como Azu le había enseñado: “Cuando tengas miedo, respirá. Que el alma se ordene antes que el cuerpo.”
Así que respiró.
Pero el aire de este mundo no entraba normal. No era liviano. Era espeso, como si cargara memoria, historia, peligro.
Eiden tosió.
—Qué lugar raro…
Un sonido seco.
Como una roca cayendo.
Eiden se giró.
Una figura estaba a lo lejos. No humana. Ni animal. Algo alto, encorvado, caminando torcido, arrastrando los dedos por el suelo. No se acercaba… pero tampoco se alejaba. Solo lo observaba, como si analizara si valía la pena comérselo, matarlo… o ignorarlo.
Eiden dio un paso atrás.
La figura inclinó la cabeza.
El corazón del chico latía fuerte. No podía pelear así. No contra eso.
“Kael me envió acá por una razón…”
“Dijo que acá… puedo convertirme en leyenda.”
Miró sus manos temblorosas.
Estaba débil, sí.
Destrozado, sí.
Pero vivo.
La figura dio un paso.
El suelo vibró.
Eiden tensó la mandíbula.
—No sé qué sos… —dijo bajito— pero no voy a morir el primer día.
Se preparó.
No sabía si correr, defenderse o rezar.
Entonces la figura se detuvo.
El cielo cambió de color.
Algo parecido a un trueno sonó… pero desde abajo de la tierra.
Eiden sintió que este mundo entero estaba respirando alrededor suyo, registrando su presencia, tomándole el peso como a un intruso débil.
Y entonces, la figura se retiró hacia la oscuridad… como si alguien más fuerte la estuviera llamando.
Eiden quedó solo nuevamente.
Herido.
Temeroso.
Pero de pie.
Y dando un paso más firme que el anterior, murmuró:
—Si este es el lugar donde voy a volverme fuerte…
…entonces que empiece.
El viento falso sopló.
Y en la distancia, algo rugió.
No como amenaza.
Como bienvenida.
La base secundaria estaba llena, pero todos hablaban en susurros.
No era una reunión…
era un velorio sin cuerpo.
Kael entró primero.
Lia y Riku detrás, caminando como fantasmas.
En cuanto cruzaron la puerta, las conversaciones se apagaron una por una.
Los soldados se enderezaron.
Los tenientes dejaron de discutir.
Y en el centro, Thomas y Brisa giraron para mirarlos.
Emily llegó unos segundos después, casi corriendo.
Emily:
— no me dijeron que paso con eiden
¿Y Eiden?
Kael respiró hondo… una sola vez.
Ese tipo nunca temblaba.
Pero esta vez sí.
Kael:
—Eiden fue enviado lejos.
Y Max…
Silencio.
Lia cerró los ojos, tragándose las lágrimas.
Riku se mordía la mano para no romper en llanto.
Emily lo entendió sin una palabra más.
Pero antes de que pudiera siquiera caer de rodillas…
¡BUM!
Las luces parpadearon.
Toda la base tembló.
Las pantallas gigantes se encendieron solas.
Un mapa.
Diez ciudades.
Todas marcadas en rojo.
Thomas avanzó, golpeando el panel.
Thomas:
—¡Reportes YA!
Un soldado explicó, casi tartamudeando.
Soldado:
—L-los Tops iniciaron operaciones simultáneas…
—Ataques directos…
—Secuestros masivos…
—Quemas de aldeas.
—Y están dejando mensajes grabados en cada sitio tomado.
Kael entrecerró los ojos.
Kael:
—¿Qué clase de mensajes?
El soldado tragó saliva y reprodujo uno.
Una voz masculina.
Fría.
Metálica.
Como si hablara desde un trono.
Voz:
"Buscamos al Elegido.
Entrega voluntaria o aniquilación total."
Riku sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Riku:
—Nos están… declarando guerra abierta.
Brisa dio un paso adelante, sin miedo.
Brisa:
—Esto no es guerra.
Esto es cacería.
Emily se giró hacia los demás.
Emily:
—Zathes falló en capturar a Eiden…
—ahora los Tops están buscando pistas.
Están barriendo territorios enteros.
Thomas señaló el mapa.
Thomas:
—Y escuchen esto.
No están matando a todos.
Solo a algunos.
Los demás… los están llevando vivos.
Lia sintió el estómago caer.
Lia:
—¿Para qué?
Brisa la miró, seria por primera vez.
Brisa:
—Para lo mismo que querían a Eiden.
Algo más grande que no entendemos.
En ese momento…
las puertas se abrieron de golpe.
Un mensajero entró corriendo con un comunicador chicharrado.
Mensajero:
—¡Un mensaje directo!
¡Nivel rojo!
¡De infraestructura central!
Thomas tomó el dispositivo.
Una voz hablaba, llena de estática…
"—¿Confirmaron la captura del Elegido?"
Thomas miró la sala.
Thomas:
—¿Quién demonios…?
La voz repitió sin esperar.
"—¿Tienen a Eiden?
El Consejo Supremo exige respuesta inmediata."
Silencio mortal.
Todos se miraron entre sí.
Kael entrecerró los ojos.
Brisa se enderezó.
Emily tragó saliva.
Thomas respondió:
Thomas:
—No.
Complicaciones.
El objetivo no fue capturado.
La voz guardó silencio un segundo.
Luego:
"—Preparen todo.
Una reunión urgente se realizará en dos horas.
Todos los líderes deben estar presentes.
No habrá segunda convocatoria."
El mensaje se cortó.
Un sudor frío recorrió la sala completa.
Lia susurró:
Lia:
—¿Quién… era ese?
Thomas respondió sin mirarla.
Thomas:
—Alguien por encima de nosotros.
Mucho más arriba.
Brisa respiró hondo.
Brisa:
—Cuando quienes mandan se asustan…
es porque lo que viene es peor de lo que imaginamos.
Nadie discutió.
Por primera vez desde que empezó la guerra…
todos sintieron que estaban muy, muy por detrás de los enemigos.
El mundo había entrado en una caída libre.
Y el Elegido…
estaba desaparecido.
Eiden avanzó entre las rocas extrañas que parecían latir, como si estuvieran vivas.
No sabía a dónde iba.
Solo sabía que no podía quedarse quieto.
El viento falso soplaba otra vez, esa cosa que imitaba ser viento sin serlo…
y cada vez que sonaba, algo en el suelo respondía, como si este mundo entero fuera un único organismo.
Eiden tragó saliva.
—Tengo que moverme… si me quedo, muero.
Dio un paso más firme.
El dolor en su cuerpo disminuía, pero no porque estuviera mejor…
sino porque estaba empezando a acostumbrarse.
Este lugar estaba cambiándolo.
🌑 La primera prueba
El terreno se abrió sin aviso.
Como si una boca gigante se abriera bajo él.
Eiden saltó hacia atrás justo a tiempo.
Una lengua de sombras salió del hueco… larga, húmeda, buscando qué agarrar.
—¡No… no… no! —Eiden retrocedió.
La sombra buscó, olió… no encontró.
Y se hundió otra vez.
Eiden quedó jadeando.
“Este mundo quiere comerme.”
Y sin embargo, cuando el suelo se cerró… algo cambió.
Su cuerpo reaccionó más rápido que antes.
Sus reflejos eran más despiertos.
Sus ojos… veían mejor en la penumbra.
—¿Qué me está pasando…?
Este mundo era peligroso, sí.
Pero también… estaba entrenándolo, sin pedir permiso.
🔥 El aire que fortalece
Eiden notó algo extraño cuando respiró profundo:
el aire ardió en su pecho, pero al mismo tiempo, llenó sus músculos de una energía eléctrica.
Como si el oxígeno de este mundo fuera un combustible más denso, más pesado… más poderoso.
Eiden dio tres pasos rápidos.
El corazón le latía fuerte, pero no por miedo.
Por primera vez desde que llegó…
su cuerpo respondió bien.
—Kael… sabías lo que hacías —susurró.
⚔️ El encuentro inevitable
Entonces lo escuchó.
Un crujido.
Como huesos rompiéndose lentamente.
Eiden se giró.
La misma figura de antes… pero más cerca.
Esta vez no lo observaba.
Esta vez… avanzaba hacia él.
Era enorme, de patas largas, con una espalda arqueada y brazos demasiado largos, arrastrando sus dedos por el suelo.
No tenía ojos…
pero parecía verlo igual.
Eiden tragó saliva.
—No puedo ganar… —susurró—. Pero puedo sobrevivir.
Se puso en posición.
Sin armas.
Sin fuerza.
Solo voluntades.
La criatura soltó un gruñido.
Y atacó.
Eiden rodó hacia un costado.
El suelo explotó donde la criatura golpeó.
La velocidad era absurda.
Eiden sintió un roce en el brazo; la piel se abrió un poco.
—¡Ahh…! —pero se mantuvo de pie.
Se levantó.
Respiró ese aire espeso.
Corrió.
Más rápido que antes.
La criatura lo persiguió, pero Eiden saltó sobre una roca viva y se deslizó por un hueco estrecho.
La criatura se estrelló contra la entrada, rugiendo frustrada.
El temblor hizo caer polvo sobre Eiden.
Pero estaba vivo.
—¡Sigo aquí! —jadeó, agarrándose el pecho—. ¡Sigo… aquí!
Y en ese instante, sintió algo en su interior:
Un pequeño pulso.
Como si su energía hubiera despertado apenas… un poquito más fuerte que antes.
Una chispa.
Un inicio.
No era poder todavía.
Pero era… crecimiento.
Por primera vez en su vida… Eiden estaba entrenando sin querer.
El mundo mismo lo estaba forjando.
Y él no iba a retroceder.
Después de la reunión, el aire de la base estaba cargado.
No de miedo…
sino de un tipo de decisión que solo aparece cuando ya no queda nada que perder.
Riku caminaba con los puños cerrados, el rostro serio por primera vez en mucho tiempo.
Lia iba a su lado, con la mirada firme, sin lágrimas.
Ambos habían perdido a Max.
Y a Eiden.
Pero también sabían que quedarse quietos sería traicionarlos.
Al llegar al patio central, vieron a varios soldados reunidos.
Todos jóvenes, novatos, golpeados… y más asustados que nunca.
Y ahí, entre ellos, apareció una figura que nadie esperaba ver tan pronto.
Azu.
La entrenadora más dura, más exigente… y la única que había logrado que Eiden dejara de ser un niño temeroso.
Caminó entre los novatos como si fuera una tormenta con piernas.
—Escuchen bien —dijo, sin gritar, pero su voz cortaba el aire—.
Me da alegria verlos pero.
El mundo allá afuera está ardiendo.
Los Tops están cazando.
Y ustedes…
ustedes no valen ni una moneda todavía.
Algunos tragaron saliva.
Otros bajaron la mirada.
Riku dio un paso adelante.
Lia también.
Azu los observó.
Su mirada cambió apenas.
Una pizca de respeto… o tal vez de expectativa.
—Eiden se fue a entrenar a un lugar que ninguno de ustedes sobreviviría ni un minuto —continuó—.
Así que nosotros vamos a entrenar aquí… hasta que duela.
Hasta que sangren.
Hasta que no quede nada del débiles que eran.
Riku levantó la mano.
—Azu… —dijo firme—.
Yo… quiero volverme fuerte.
Por Eiden.
Y por Max.
Lia lo miró, inspirada, y agregó:
—Y yo también.
Sea lo que sea que venga… no voy a correr.
Azu los miró un largo segundo.
Y algo en su expresión se suavizó apenas.
—Bien —dijo—.
Entonces prepárense.
De pronto, un aura fría recorrió el patio.
Todos se tensaron.
Una sombra cayó detrás de Azu.
Un hombre alto, imponente, con el uniforme marcado por cicatrices, con una mirada que parecía haber visto guerras peores que esta.
Azu sonrió, pero con ese gesto peligroso que anunciaba dolor.
—Les presento a su instructor auxiliar —dijo—.
Comandante Zeran.
El único soldado que sobrevivió una pelea directa contra un Top… aunque perdió la mitad de su fuerza y casi la vida en el proceso.
Los novatos palidecieron.
Zeran habló por primera vez, con una voz ronca y pesada:
—No vine a enseñarles a pelear.
Vine a enseñarles a sobrevivir…
para que cuando llegue el día de enfrentarlos…
al menos tengan una oportunidad de morir de pie.
El silencio fue absoluto.
Hasta que Riku, temblando, murmuró:
—Suena… motivador.
Lia le pegó un codazo.
Azu rodó los ojos.
Zeran ni se inmutó.
Pero algo quedó claro para todos:
Ese día… empezó la verdadera guerra.
Unos entrenando en el infierno de otro mundo.
Otros entrenando en el infierno que su mundo se había convertido.
Y así, el capítulo cerró no con una pérdida…
Sino con un comienzo.
Un nuevo camino.
Uno que, tarde o temprano…
volvería a unirlos.
